Los diccionarios equiparan palabras como “amor” y “love”, pero la forma de describirlo varía mucho entre idiomas. Un estudio compara el significado de 24 de ellas en 2.474 idiomas de 20 familias. Los resultados muestran que los sentimientos son menos universales de lo que parece, y que su variación lingüística depende de la proximidad geográfica.
Si su pareja es turca le expresará su amor con la frase ‘seni seviyorum’, pero si es inglesa le dirá ‘I love you’. ¿Son estas frases equivalentes? ¿O turcos e ingleses aman diferente? Un estudio publicado hoy en la revista Science ha comparado más de un tercio de las lenguas habladas en el planeta para concluir que existen variaciones en cómo las emociones se expresan entre culturas.
Comparar el significado de la misma palabra en diferentes idiomas no es fácil. En París se guarda el Prototipo Internacional del Kilogramo, el kilogramo ‘original’ con el que alguien podría comprobar si la pesa que guarda en casa se desvía de la medida correcta. Esto no existe cuando hablamos de lingüística y de emociones como la envidia, la vergüenza, el miedo y la esperanza.
La solución propuesta por los investigadores fue utilizar un nuevo método comparativo que mide la variabilidad y la estructura en los significados de las palabras. Para ello aprovecharon un fenómeno conocido como ‘colexificación’.
“[Este] ocurre cuando una palabra tiene más de un significado en un idioma, lo que frecuentemente indica que sus hablantes consideran ambos conceptos similares”, explica a SINC el investigador de la Universidad de Carolina del Norte (EE UU) y coautor del estudio, Joshua Jackson.
Por ejemplo, los hablantes de ruso usan la misma palabra para describir la mano y el brazo: ‘ruka’. ‘Blow’ en inglés se puede usar para soplar con la boca, tocar la trompeta y también cuando sopla el viento, mientras que los alemanes tienen tres palabras para ello (‘spielen’, ‘wehen’ y ‘pusten’).
“Al medir muchas colexificaciones puedes evaluar si un concepto tiene un significado universal”, continúa Jackson. De esta forma, un estudio publicado en 2016 en la revista PNAS encontró que los idiomas de todo el mundo tienden a unir ideas como mar, lago y agua; día, sol y cielo; así como tierra, polvo y arena.
El trabajo publicado hoy en Science sigue la misma estrategia, pero enfocada a las emociones. Así, los investigadores analizaron el significado de 24 emociones en 2.474 idiomas —algunos de ellos poco estudiados y hablados— de 20 familias lingüísticas. Los resultados mostraron que las emociones humanas son menos universales de lo que parece, aunque sí existen ciertos puntos en común.
“Encontramos una amplia variedad en el significado de las emociones según cada lengua”, dice Jackson. Por ejemplo, mientras que los hablantes de persa juntan la “aflicción” con el “arrepentimiento” en la palabra ‘aenduh’, el idioma darguin la fusiona con la “ansiedad” en el término ‘dard’.
“Las emociones variaban más del triple [entre lenguas] respecto a los colores”, comenta el investigador. Estas discrepancias no tenían lugar al azar, sino que los significados “eran más similares en familias de idiomas geográficamente próximas”. Los investigadores consideran que esto sugiere que la experiencia de las emociones humanas está moldeada por las propias palabras, además de por la evolución biológica.
“Nuestros hallazgos reflejan el papel de la cultura [en la expresión de emociones]”, comenta Jackson. “El hecho de que idiomas próximos [en el mapa] tengan una comprensión más similar [de los sentimientos] indica que estos significados pueden ser compartidos conforme los grupos humanos entran en contacto a través del comercio, la conquista y la inmigración”.
Al mismo tiempo, los investigadores hallaron que los idiomas del mundo diferencian las emociones según sus niveles de valencia y activación. La valencia divide las emociones en agradables y desagradables; por ejemplo, alegría y arrepentimiento. La activación hace referencia a la actividad fisiológica implicada en ese sentimiento —por ejemplo, el ritmo cardíaco— y que puede ser alta, como en la ira, o baja, como en la tristeza.
“Las lenguas casi nunca unían emociones positivas con negativas, o emociones de alta actividad con otras de baja actividad”, dice Jackson, lo que implica que se trata de “dimensiones psicofisiológicas” compartidas por todos los seres humanos.
Jackson concluye que, “mientras que la valencia y la activación representan bloques de construcción universales para las emociones, podemos aprender de nuestra cultura y de las vecinas a la hora de dotar de sentido a estos sentimientos”.
¿Significa esto que los hablantes de dos lenguas diferentes pueden no amar de la misma forma? “Precisamente. Algunas culturas pueden conceptualizar el amor de formas similares, pero nuestro análisis abre la posibilidad de que no haya un amor universal”. Por ejemplo, en algunos idiomas austronesios —familia a la que pertenecen el malayo y el indonesio— este sentimiento se relaciona con la lástima. Esto implica que ven el amor de forma más negativa... o la lástima de forma más positiva.