Investigadores del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMA-CSIC) han demostrado por primera vez que la temperatura es la única variable ambiental que controla el ciclo de vida de Cotylorhiza tuberculata, la medusa que durante los últimos 20 años se ha dispersado en la cuenca mediterránea, sobre todo en las aguas del Mar Menor.
“Se la identifica fácilmente por su forma aplanada y porque, vista desde arriba, tiene aspecto de huevo frito. No es muy venenosa y se caracteriza también por sus ocho brazos con extremos en forma de botones blancos o azulados”. Así describen los científicos del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMA-CSIC) a la medusa Cotylorhiza tuberculata que han analizado en el laboratorio durante tres años para estudia la presencia de nutrientes en el agua, la salinidad o la influencia de la luz.
Los científicos han observado que si el invierno es muy frío, la mortandad de los pólipos es muy elevada y el número de medusas el verano siguiente será bajo. Los cambios en la temperatura del agua, por tanto, condicionan la supervivencia de los pólipos y la posterior conversión a medusa. Todos sus resultados se publican en el próximo número de la revista de acceso abierto PLOS One.
“Para que las medusas permanezcan en el agua durante el verano, los pólipos tienen que ser estimulados por un aumento de temperatura del agua que ocurre únicamente en primavera”, explica Laura Prieto, directora del estudio e investigadora del ICMA-CSIC.
Según el equipo, fenómenos meteorológicos puntuales, como el paso de una borrasca, no son suficientes para que se produzca esta transición a una fase vital diferente. Además, debido al cambio climático, las primaveras se adelantan, por lo que las medusas tienen más tiempo para crecer.
Al tratarse de una medusa que sólo vive un año, los investigadores consideran importante saber qué “teclas” controlan sus fases vitales para prever cómo va a ser la temporada estival. “
La dura vida de medusa
La vida de la medusa Cotylorhiza tuberculata, una de las más extendidas en los últimos años en las aguas del Mediterráneo, es una historia compleja. Como la gran mayoría de sus hermanas, su crecimiento consiste en una primera fase en la que, en forma de pequeños animales invertebrados llamados pólipos, se reproduce asexualmente fijada a un sustrato.
En una segunda etapa, los pólipos se convierten en medusas que crecen rápidamente hasta alcanzar el tamaño necesario para reproducirse sexualmente. De los huevos fertilizados salen las larvas (plánulas), que buscan un sustrato para transformarse en nuevos pólipos y comenzar el ciclo vital otra vez.
En un entorno cerrado como el Mar Menor, donde se han llegado a recoger cinco toneladas de esta medusa en un solo verano, resultan útiles estos estudios, porque los resultados se pueden traducir en un nuevo modelo ecológico”, destaca Prieto.
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Referencia bibiográfica:
Laura Prieto, Diana Astorga, Gabriel Navarro y Javier Ruiz. “Environmental Control of Phase Transition and Polyp Survival of a Massive‐Outbreaker Jellyfish”. PLoS ONE. 10.1371/0013793.
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