En los últimos 50 años, el límite superior del bosque en los Pirineos catalanes ha avanzado una media de 40 metros gracias a la disminución de la presión ganadera. Así lo revela un nuevo estudio que también ha analizado cómo ha variado el avance del bosque en función del cambio climático. Contrariamente a lo que se ha creído hasta ahora, el aumento de las temperaturas desempeña un papel mucho menos importante.
Los bosques tienen su propia dinámica: pueden ganar terreno, perderlo o mantenerse estables. Para entender qué variables afectan a esta dinámica, el investigador Aitor Améztegui y su equipo compararon el límite del bosque en los Pirineos catalanes entre los años 1956 y 2006. Según los científicos, había dos factores claves que desempeñaban un papel importante en el avance o retroceso de este límite: el cambio en los usos del suelo (abandono de tierras y prácticas tradicionales debido al éxodo rural) y el cambio climático.
El estudio, publicado en Global Ecology and Biogeography y realizado por el Centro Tecnológico Forestal de Cataluña (CTFC), el CREAF, la Universidad de Barcelona y el CSIC, demuestra que el bosque efectivamente ha avanzado una media de 40 metros, pero de manera muy variable, ya que en más de un 60% de los casos, casi ni se han observado cambios.
Las zonas donde más se ha desplazado el límite del bosque son aquellas en que se ha experimentado un cambio más acentuado de los usos del suelo. Hace 50 años había más carga ganadera, con un número de ganado mayor y con presencia de ovejas en trashumancia, un sistema de pastos en continuo movimiento que mantenía el bosque a raya. Ahora, esta carga ha disminuido y es más frecuente ver rebaños de vacas, que no causan tanto impacto en el entorno.
En cambio, el estudio no encontró evidencias significativas que pudieran relacionar las modificaciones del límite del bosque con el aumento de las temperaturas. Este resultado es muy relevante ya que este límite suele estar muy influenciado por el clima, por lo que podría esperarse, en un futuro, una subida más evidente. Aun así, Ameztegui aclara que “no es que el clima no desempeñe un papel, sino que, en comparación con los cambios de usos, es mucho más pequeño”.
Todavía hay margen para que el bosque siga avanzando
El límite del bosque es aquel a partir del cual dejan de crecer árboles. En los Pirineos catalanes se sitúa entre los 2.000 y los 2.300 metros. En esta altitud se encuentra la transición entre un clima subalpino, dominado por bosques de pino negro, y un clima alpino, con una vegetación limitada a especies herbáceas o matorrales. Los expertos destacan que, si no hubiera ninguna perturbación humana, este límite podría llegar hasta altitudes de entre 2.200 y 2.500 metros.
El avance del límite del bosque es una consecuencia más del abandono de las actividades agrícolas y ganaderas tradicionales, que comporta también una progresiva densificación y expansión de los bosques. La pérdida de espacios abiertos y del mosaico típico del paisaje forestal de montaña, caracterizada por la combinación de bosques y pastos, puede tener efectos importantes sobre la biodiversidad y provocar desplazamientos de especies características de ámbitos abiertos, o favorecer otras que prefieran hábitats más forestales.
Ameztegui aclara que los bosques de los Pirineos “aún tienen margen para avanzar, ya que la presión ganadera que tenemos ahora sigue condicionando la posición del límite del bosque”.
Referencia bibliográfica:
Aitor Ameztegui, Lluís Coll, Lluís Brotons and Josep M. Ninot. (2015). "Land-use legacies rather than climate change are driving the recent upward shift of the mountain tree line in the Pyrenees". Global Ecology and Biogeography. DOI: 10.1111/geb.12407