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Las mujeres felices no viven más

Un estudio, en el que han participado 700.000 mujeres de Reino Unido durante diez años, ha demostrado que la infelicidad en sí misma no tiene ningún efecto directo sobre la mortalidad. El trabajo acaba con la creencia de que estados negativos de ánimo y el estrés provocan un peor estado de salud.

La felicidad o la ausencia de esta no tienen ningún efecto directo sobre las tasas de mortalidad. / Fotolia

Podemos vivir una vida feliz o llena de desdichas, pero esos dos factores no influyen en nuestra mortalidad. Así lo afirma una nueva investigación, liderada por expertos de la Universidad de New South Wales (Australia), que revoca la relación entre estrés, infelicidad y mala salud. Los resultados del estudio se publican hoy en la revista The Lancet.

Sin embargo, este trabajo, que ha contado con la participación de 700.000 mujeres de Reino Unido desde 1996 a 2001, sostiene que una mala salud puede causar cierta desdicha, y de ahí que la infelicidad se asocie con una mayor mortalidad.

"La enfermedad te hace infeliz, pero no se observa un efecto directo de este estado o del estrés sobre la mortalidad de las mujeres"

Para Bette Liu, investigadora principal de la institución australiana, "la enfermedad te hace infeliz, pero la infelicidad por sí sola no te hace mal. Es decir, no se observó un efecto directo de este estado o del estrés sobre la mortalidad, incluso en un estudio de una década a tantas mujeres".

Tres años después de unirse al estudio, a las mujeres participantes se les envió un cuestionario para que valoraran su estado de salud, felicidad y estrés. Cinco de cada seis mujeres indicaron que eran generalmente felices, pero una de cada seis afirmó que era infeliz.

Al igual que en otros trabajos, la infelicidad se asoció con tabaquismo, falta de ejercicio, diversas privaciones y no vivir con un compañero. No obstante, las relaciones más fuertes fueron en las mujeres que ya se encontraban en mal estado de salud, las cuales tendieron a decir que eran infelices y estaban estresadas.

Sin embargo, después de tener en cuenta problemas de salud anteriores, tabaquismo y otros factores socioeconómicos y de estilo de vida, los científicos encontraron que la infelicidad en sí ya no se asociaba con un aumento de la mortalidad. Dicho de otra forma, que la tasa global de mortalidad entre las que estaban descontentas era la misma que entre las que estaban generalmente satisfechas.

Según los autores, “el estudio es tan grande que se descarta que la infelicidad sea una causa directa de cualquier aumento sustancial en la mortalidad general en las mujeres”. Los resultados son válidos tanto para la mortalidad general, como para la mortalidad por cáncer y enfermedades del corazón.

Una larga vida (feliz o no)

Aunque muchos creen que el estrés o infelicidad puede hacer que se enferme, simplemente están confundiendo la causa con el efecto

Por su parte, Richard Peto, investigador de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y otro de los autores del trabajo, subraya que aunque muchos todavía creen que el estrés o infelicidad puede causar directamente la enfermedad, simplemente están confundiendo la causa con el efecto.

“Sí, se puede tener una vida larga y feliz o una vida larga e infeliz; yo desde luego prefiero la primera”, explica a Sinc Peto. Informes anteriores que asociaban la reducción de la mortalidad con la felicidad o con otras medidas de bienestar no habían permitido adecuadamente valorar el fuerte efecto de una mala salud en la infelicidad y el estrés y no excluían estos sesgos por causalidad inversa.

“Por supuesto que las personas que están enfermas tienden a ser más infelices que los que están bien, pero el estudio realizado en Reino Unido muestra que la felicidad y la infelicidad no tienen ningún efecto directo sobre las tasas de mortalidad", concluye Peto.

Referencia bibliográfica:

Bette Liu, Sarah Floud, Kirstin Pirie, Jane Green, Richard Peto, Valerie Beral, for the Million Women Study Collaborators. ‘Does happiness itself directly affect mortality? The prospective UK Million Women Study’. The Lancet, 9 de diciembre de 2015 http://dx.doi.org/10.1016/S0140-6736(15)01087-9

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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