La península ibérica actuó como refugio durante las glaciaciones del Cuaternario, uno de los motivos por los que hoy en día concentra tantos endemismos. Ejemplo de ello es la presencia de la ranita de San Antonio, un anfibio muy entendido en la Península y que tiene mayor tolerancia al frío que otras especies. Un nuevo estudio revela ahora cómo este animal resistió a los cambios climáticos del último ciclo glaciar.
La ranita de San Antonio, Hyla molleri, es una especie ampliamente distribuida en la península ibérica. Pese a su pequeño tamaño, tiene mayor tolerancia al frío que otros anfibios; de hecho, hay poblaciones que viven a nivel del mar, en las costas atlántica y cantábrica, y otras a más de 2.000 metros de altitud en el Sistema Central.
Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y la Universidad de Évora (Portugal) han descubierto que, contrariamente a lo que ocurrió con otros anfibios, las ranitas de San Antonio consiguieron sobrevivir a las glaciaciones del Cuaternario y hoy siguen manteniendo altos niveles de diversidad genética.
Las extinciones causadas por las glaciaciones no se produjeron solo en el norte de Europa, sino que también afectaron a poblaciones del norte de España. Hubo periodos especialmente desfavorables durante el último periodo glaciar, hace unos 20.000 años, que afectaron a especies como el gallipato, Pleurodeles waltl, o el sapo de espuelas, Pelobates cultripes.
“Con el paso del tiempo ambas especies han conseguido recolonizar estas zonas, pero ha sido a costa de una fuerte pérdida de diversidad genética en las nuevas poblaciones. De hecho, hemos comprobado que las poblaciones del sur de España muestran generalmente una diversidad genética mucho más alta que las que habitan en el norte”, explica Martínez-Solano.
Por contra, la ranita de San Antonio mantiene altos niveles de diversidad genética en zonas tanto al norte como al sur de su área de distribución y no parece que los cambios climáticos de los últimos 140.000 años en la península ibérica hayan afectado a la especie.
Aparentemente, su mayor tolerancia a condiciones frías y su capacidad de dispersión, en comparación con otras especies de anfibios con las que coexiste habitualmente, la ayudaron a sobrevivir con éxito a las últimas glaciaciones en su refugio glaciar ibérico. “Esta pequeña rana ha evitado grandes extinciones, así como las pérdidas de diversidad genética, que empeoran la situación actual de otros anfibios típicos de ambientes mediterráneos”, termina Martínez-Solano.
Uno de los factores que condiciona la respuesta de las especies a los cambios climáticos es su capacidad de dispersión. Así, grupos como los anfibios, que desarrollan sus ciclos vitales completos en áreas de pocos kilómetros cuadrados, son más sensibles a estos cambios, ya que por regla general no son capaces de migrar a otras áreas con climas más favorables a la velocidad necesaria.
De hecho, su respuesta como especie depende en gran medida de la capacidad de dispersarse y colonizar nuevas áreas durante periodos de clima favorable. La escasa movilidad de algunas especies, entre otros factores, está detrás de muchos de los episodios generalizados de extinciones que se produjeron durante los períodos más fríos en la mayor parte de Europa central.
Referencia bibliográfica:
Sánchez-Montes, G.; Recuero, E.; Barbosa, A.M.; Martínez-Solano, I. 2019. "Complementing the Pleistocene biogeography of European amphibians: Testimony from a southern Atlantic species". Journal of Biogeography. DOI: 10.1111/jbi.13515.