Todo el mundo sabe que la postura corporal a menudo refleja como nos sentimos e incluso lo que pensamos. Investigadores del Departamento de Psicología Social y Metodología de la Universidad Autónoma de Madrid han demostrado que adoptar una postura corporal puede a su vez producir cambios internos.
Sin duda, el cuerpo y la mente se influyen mutuamente. Este planteamiento sobre mente y cuerpo coincide con la noción original de Darwin y Dalton, según la cual adoptar una “postura” sobre algo indica si nos gusta o no, expresión que ha llegado intacta hasta nuestros días (e.g., tener una posición a favor o en contra de una polémica).
La psicología social ha estudiado este asunto de forma experimental en el laboratorio con paradigmas muy variados. Por ejemplo, en una reciente investigación publicada en el European Journal of Social Psychology, el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, Pablo Briñol, junto con sus colaboradores Richard Petty y Ben Wagner, de Ohio State University, pidieron a un grupo de estudiantes que pensaran en sus puntos fuertes o en sus puntos débiles mientras mantenían una postura de confianza con la espalda firme y erguida y sacando pecho o mientras se encontraban en una postura de duda, con la espalda encorvada.
Después de generar los pensamientos sobre fortalezas o debilidades en una de estas dos posturas, todos los participantes tuvieron que contestar a una serie de preguntas sobre su futuro profesional. En concreto, los participantes evaluaron la medida en que se consideraban buenos candidatos de cara al mercado laboral, si creían que podían pasar un proceso de selección con éxito, y si pensaban que serian trabajadores satisfechos, capaces de rendir bien en el trabajo.
Los resultados demostraron que estas evaluaciones de si mismos se vieron determinadas por lo que habían estado pensando anteriormente. Como uno podría esperar, los participantes que estuvieron pensando en sus fortalezas se evaluaron mejor como candidatos que aquellos que pensaron en sus puntos débiles. Lo más relevante del estudio fue que este efecto de los pensamientos sobre la evaluación sólo se produjo cuando tuvieron una postura de confianza.
Aquellos que realizaron la tarea con una postura de duda no consideraron válidos sus propios pensamientos.
Visto de otro modo, estos resultados demuestran que cuando se piensa sobre nuestros puntos fuertes, una postura segura hace que nos creamos más lo que pensamos y por tanto que nos sintamos mejor con nosotros mismos. Curiosamente, cuando se piensa sobre nuestras limitaciones, adoptar una postura segura también hace que veamos esas limitaciones como más validas, reduciéndose nuestra auto-evaluación. Por tanto, la confianza que puede proporcionar la postura corporal firme valida cualquier pensamiento que tengamos en mente en ese momento, tanto si es positivo como si es negativo. Lo cual, como muestran estos resultados, puede dar lugar a ciertas paradojas en algunas condiciones, tales como que pensar en las propias limitaciones y tener una mala postura lleven a una evaluación general favorable (ya que la postura reduce la validez percibida de las limitaciones). En otras palabras, que una mala postura y unos pensamientos también negativos acaban dando lugar a una evaluación positiva.
En resumen, a pesar de su naturaleza primitiva, el cuerpo puede afectar a la mente de forma mucho más sofisticada de lo que inicialmente se pensaba, como ilustra este proceso meta-cognitivo llamado “auto-validación”.
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