Un 10% de los adultos que viven en países desarrollados practica la pesca recreativa, que en el mar Mediterráneo representa alrededor de un 10% de la producción total de las pesquerías. A pesar de su importancia, esta pesca no está tan controlada ni estudiada como la profesional. Por primera vez, un estudio examina esta actividad, cuyos efectos cada vez se asemejan más a los de la pesca tradicional. Por esta razón, los cientificos exigen mayor control.
La pesca recreativa es una de las actividades turísticas más practicadas en las zonas costeras de todo el mundo, pero es en el Mediterráneo donde alcanza su mayor auge. Su importancia reside en que, en determinados casos, el volumen de extracción de la pesca recreativa puede ser igual o incluso superior al de la pesca artesanal costera.
“Ambas pesquerías pueden tener efectos biológicos y ecológicos similares sobre las poblaciones de peces y sobre los ecosistemas marinos”, anuncia a Sinc Toni Font, autor principal del estudio publicado en Reviews in Fisheries Science & Aquaculture, e investigador en el departamento de Ciencias Medioambientales de la Universidad de Girona.
Los investigadores analizaron los resultados de 24 estudios realizados en 15 áreas marinas en España (Tabarca y tres zonas de Cap de Creus), Francia, Italia y Turquía y compararon las diferentes prácticas, como el uso de cebos exóticos y la pesca de fondo, así como el impacto biológico de los diferentes tipos de pesca recreativa: desde embarcación, desde costa y submarina.
Los resultados confirman que el total de capturas de la pesca recreativa en las regiones del Mediterráneo representa entre el 10% y el 50% de las capturas totales de la pesca artesanal. El estudio excluye la pesca de arrastre y la de cerco "que evidentemente tienen un impacto mucho mayor que el de la pesca recreativa", asevera el investigador.
Según Font, como la pesca deportiva implica a un gran número de personas, “ejerce una presión sobre los recursos nada despreciable, especialmente en las áreas marinas protegidas”, donde se concentran muchos pescadores. De este modo, el trabajo ha identificado impactos directos biológicos e indirectos (ecológicos).
Especies protegidas capturadas por diversión
El principal efecto que describen los investigadores es que en el Mediterráneo, a diferencia de otros lugares del mundo, la práctica de la captura y suelta (sin muerte) no está “ni mucho menos extendida entre los pescadores”, señala el experto, quien explica que la suelta de algunas capturas suele estar más vinculada a especies no deseadas o a tallas demasiado pequeñas, consideradas como descartes.
Así, el equipo de científicos demuestra que se capturó una media de 46 especies y se identificaron un total de 45 especies vulnerables (incluidas en convenios internacionales de protección de la biodiversidad, con un crecimiento lento, elevada longevidad o potencial reproductor bajo) capturadas por la pesca recreativa.
La pesca desde embarcación es la que mayor número de especies diferentes captura (hasta 65), mientras que la pesca submarina es la más selectiva (hasta 31). Además, ambos tipos de pesca obtienen un mayor rendimiento en términos de peso frente a la pesca desde costa. “La pesca desde embarcación es también la que captura un mayor número de especies vulnerables”, anota Font.
Cebos exóticos potencialmente invasores
El estudio también pone de manifiesto la importancia de otros impactos ecológicos emergentes –hasta ahora poco o nada tratados en el Mediterráneo– como, por ejemplo, el uso de cebos exóticos y la pérdida o abandono de aparejos de pesca.
“Se detectaron un total de 11 grupos de cebos utilizados por los pescadores, donde los gusanos poliquetos y sipuncúlidos potencialmente exóticos (producidos fuera del Mediterráneo) eran de los más utilizados, con porcentajes superiores al 80% en determinados casos”, indica el científico.
Para el investigador, estos cebos o incluso los organismos que se encuentran en sus embalajes llevan implícitos una serie de efectos negativos, como la invasión potencial de un nuevo hábitat. Pero también pueden transmitir virus “que afectan a las poblaciones de peces salvajes”, añade. Por otra parte, la sobreexplotación de organismos autóctonos como cebos también puede afectar a las poblaciones.
A esto se añade la pérdida o abandono de los aparejos de pesca en el fondo del mar, de forma intencionada o no, por parte de los pescadores que provoca la acumulación de plomos, anzuelos e hilos. “El plomo tiene propiedades tóxicas que pueden afectar a los organismos marinos y a las aves acuáticas”, alerta.
Las líneas de pesca contienen plástico como el nilón, que puede tardar hasta 600 años en descomponerse, y al erosionarse se convierten en micropartículas o microplásticos. “Acaban siendo ingeridas por una gran variedad de fauna marina, con sus efectos nocivos intrínsecos, y las líneas de pesca también provocan estrangulamiento en algunas especies y muerte a corales, esponjas o gorgonias”, advierte Font.
Dadas todas las amenazas que presenta una pesca recreativa cada vez más extendida, los investigadores piden, además de una vigilancia y control efectivos, que se genere un marco regulador “consistente” estatal, regional o local.
“Es esencial que se establezcan normas concretas para las especies protegidas y más vulnerables, a las tallas mínimas, a períodos de veda, a límites en los volúmenes de captura, al uso de cebos exóticos y a determinados materiales nocivos”, dice el experto. A esto habría que añadir el impulso de prácticas como la captura y suelta, y “no menos importante, invertir esfuerzos en la educación ambiental de los pescadores para unas buenas prácticas que permitan la sostenibilidad tanto de los recursos marinos como de la propia actividad”, concluyen.
Referencia bibliográfica:
Toni Font & Josep Lloret “Biological and Ecological impacts derived from Recreational Fishing in Mediterranean Coastal Areas” Reviews in Fisheries Science & Aquaculture 22(1): 73-96 (2014) DOI: 10.1080/10641262.2013.823907.
El estudio ha sido promovido por el proyecto transnacional europeo MedPAN North, cuyo objetivo principal es mejorar la efectividad de la gestión de las áreas marinas protegidas del norte del Mediterráneo, y cofinanciado por el Programa MED (con 13 países como socios), el Proyecto LIFE+INDEMARES (que lidera la Fundación Biodiversidad y en el que participan diferentes Instituciones como el CSIC o el IEO) y el Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Natural de la Generalitat de Cataluña.
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