Investigadores españoles han estudiado la concentración de metales pesados y elementos traza presentes en las plumas de tres especies de pingüinos antárticos. Sus resultados se han publicado este mes en la revista Environmental Pollution, especializada en procesos ambientales y efectos de los contaminantes.
La Antártida es la región más seca, ventosa y fría del planeta, sus condiciones particulares la han mantenido inaccesible para el hombre en el pasado. En la actualidad, este continente podría verse afectado por contaminación a escala global y local, y por tanto, supone un lugar idóneo para el estudio de la influencia de la actividad humana.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Murcia, de la Estación Experimental de Zonas Áridas y del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, del proyecto PINGUCLIM, han evaluado el impacto que esta creciente actividad produce en el medio antártico, estudiando para ello las especies de pingüinos Adelia, Barbijo y Papúa.
Las concentraciones de diversos elementos como aluminio, cromo, manganeso, hierro, níquel, cobre, zinc, arsénico, selenio, cadmio y plomo se han determinado por una técnica analítica extremadamente sensible y fiable, en las plumas de una muestra de 207 pingüinos, recogidas en ocho localidades distribuidas a lo largo de la península Antártica.
Los resultados reflejan que existe un aumento de la contaminación por metales pesados desde el sur hacia el norte de la península Antártica. Es esta zona donde se concentra la mayor parte de las actividades humanas en la Antártida tanto por el desarrollo de actividad científica como por el incremento en la presencia de turistas. En concreto en las islas Shetlands del Sur es donde se encuentran los niveles más altos de varios elementos tóxicos como el cromo, manganeso, cobre, plomo o selenio en las plumas de los pingüinos.
Estos niveles además son similares a los encontrados en otras regiones del planeta a priori más contaminadas, mostrando que algunas zonas de la Antártida no están exentas de contaminación. La actividad humana a nivel local pero también a través del transporte de contaminantes a nivel global parecen ser los responsables.
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