Perros, gatos, primates no humanos, cerdos, ratones y peces son algunos de los animales que se emplean para la experimentación científica. Con números de uso a la baja, los protocolos para asegurar su bienestar son cada vez más estrictos y se buscan alternativas, como la de reubicar a los canes en hogares tras toda una vida en el laboratorio. Son protagonistas del #Cienciaalobestia.
Unos 836.000 animales fueron usados en España para la experimentación y otros fines científicos, incluyendo la docencia en 2018, según los datos del informe del entonces Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Estas cifras son inferiores al año anterior, siguiendo la tendencia de los últimos años.
Aunque la gran mayoría (61,98 %) son ratones, usados para la investigación de enfermedades como el cáncer, un pequeño porcentaje (0,14 %), es decir, 1.132, fueron perros, que son un modelo experimental estandarizado para el estudio, entre otros, de la regeneración de defectos óseos.
Los protocolos europeos sobre el uso de estos animales son cada vez más estrictos, como se recoge en la Directiva Europea 2010/63. Con ella se asegura su bienestar hasta el último momento y solo se eutanasia a los que no pueden ser reanimados. Pero esta norma también permite que ciertos animales sean realojados, como alternativa final de la eutanasia.
Un equipo de científicas de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Helsinki, en Finlandia, en colaboración con la organización SEY Animal Welfare Finland, ha realizado el primer intento de su país para buscar un nuevo hogar a 16 perros de la raza Beagle que hasta ese momento vivían en un laboratorio del centro. Los resultados, publicados en la revista Alternatives to Laboratory Animals, confirman el éxito de la reubicación.
Durante su vida en las instalaciones la universidad, donde convivieron en jaurías de ocho perros de dos a ocho años teniendo acceso a espacio exterior cerrado, los canes participaron en estudios de cognición animal. Estas investigaciones han permitido proporcionar información básica sobre los cerebros caninos.
También se sometieron a procedimientos menores para el desarrollo de un medicamento veterinario, que permitió desarrollar un nuevo agente tranquilizante apto para perros. En la actualidad, la Universidad de Helsinki no tiene ningún perro en su laboratorio.
Para que los perros pudieran encontrar un nuevo hogar fuera de la universidad el primer paso fue su socialización. Mientras permanecían aún en las instalaciones del laboratorio, los Beagle recibieron un entrenamiento de cuatro a seis meses para que fueran adoptando habilidades sociales básicas y se familiarizaran con el mundo fuero del centro.
“Sin embargo, descubrimos que el tiempo de socialización no fue suficiente para todos los perros; los nuevos propietarios nos informaron de que algunos perros seguían siendo tímidos y sufrían ansiedad por separación”, explica Marianna Norring, coautora del trabajo e investigadora en la universidad finlandesa.
Esa transición de la universidad al hogar se mejoraría, según la científica, si los animales contaran ya en el laboratorio con áreas separadas donde defecar y descansar, si pudieran tener mayor acceso al exterior y si se les sacara con correa.
Cuidadores, investigadores, activistas por los derechos de los animales y entrenadores de perros participaron en este proceso con un objetivo: valorar las características individuales de cada perro y acertar a la hora de encontrarles un nuevo hogar, la mayoría de las veces en parejas de canes.
Tras las encuestas realizadas de 2015 a 2018 por las investigadoras a los propietarios y las personas involucradas en la reubicación, el estudio concluye que la mayoría de los perros se adaptó bien a su nuevo entorno familiar. Estos resultados apuntan en la dirección de los objetivos de la directiva europea por el bienestar animal.
Referencia:
Laura Hänninen y Marianna Norring. “The First Rehoming of Laboratory Beagles in Finland: The Complete Process from Socialisation Training to Follow-up” Alternatives to Laboratory Animals 2 de octubre de 2020