Los primeros trabajos sólidos sobre la capacidad de las vacunas para frenar la infección por la variante ómicron, que acaban de publicarse, refuerzan la necesidad de una tercera dosis. Los expertos recuerdan, no obstante, que el objetivo de las vacunas nunca fue frenar la infección, sino evitar la enfermedad grave. Resumimos lo que se sabe por ahora sobre ella.
Hace poco más de un mes que la variante ómicron irrumpió en la actualidad pandémica. El 26 de noviembre la OMS la catalogó como ‘preocupante’, en parte por presentar “más de treinta mutaciones en el gen de la espícula, además de numerosas mutaciones en otras regiones del genoma”, de las que muchas ya se habían relacionado “con un aumento de la transmisibilidad o con un cierto grado de escape a la respuesta inmune”, se explica en el documento técnico más reciente del ministerio de Sanidad.
Investigadores en todo el mundo se lanzaron a estudiarla a contrarreloj. Tras semanas de especulaciones, los primeros trabajos concluyentes confirman la capacidad de ómicron para infectar superando el escudo de las vacunas. En cambio, las vacunas sí parecen mantener su eficacia frente a la enfermedad grave, aunque los datos sobre esta cuestión siguen siendo preliminares.
El pasado 23 de diciembre la revista Nature publicó cinco estudios de equipos en Estados Unidos, Europa (Francia, Suiza), Sudáfrica y China, todos ellos revisados por investigadores independientes. Aunque con variaciones, la finalidad común de estos trabajos fue analizar si los anticuerpos de personas vacunadas, o que habían superado la covid-19, frenan una infección o reinfección por ómicron. Todos detectaron una pérdida importante, incluso total, de esta capacidad.
Ahora bien, los expertos insisten —en declaraciones al Vaccine Media Hub— en que los anticuerpos son una de las primeras líneas de defensa del organismo frente a la covid pero no la única; que pierdan la capacidad de frenar el avance de la infección no implica que las vacunas no funcionen.
Dos de los estudios publicados en Nature hallaron que la pérdida de efectividad de los anticuerpos “es menor después de una tercera dosis de la vacuna”, escriben los autores del trabajo liderado por Davide Corti, de Humabs Biomed SA, una compañía de Vir Biotechnology.
También el equipo liderado por Olivier Schwartz, del Instituto Pasteur (Francia), halla que “ómicron escapa a la mayor parte de los anticuerpos monoclonales y en gran medida también a los anticuerpos generados por las vacunas, [pero] sigue siendo neutralizada por los anticuerpos generados por la dosis de recuerdo (booster dosis)”.
Los datos preliminares generados por la Agencia de Seguridad Sanitaria de Reino Unido (UKHSA) muestran que la efectividad de la vacuna de Pfizer para evitar la infección sería de un 70-75 % tras la tercera dosis.
“Creo que ya sabemos que las vacunas mantienen respuestas contra la variante y seguramente serán suficientes para mantener su objetivo de evitar cuadros graves y reducir de manera relevante la hospitalización”, declaraba al Vaccine Media Hub Manuel Juan, jefe del servicio de Inmunología del Hospital Clínic de Barcelona, el pasado 10 de diciembre.
Se refería a que, aunque los anticuerpos no neutralicen a ómicron, todo apunta a que la inmunidad celular, más lenta en activarse, seguirá siendo igualmente efectiva. Para Juan, “la respuesta de las células T estará como mínimo parcialmente conservada. (…) Cabe esperar que la variante ómicron tendrá un espectro de protección similar a las otras variantes, puesto que esta protección no es tanto cuantitativa sino cualitativa, explicable por la memoria inmunológica que existirá”.
Es una opinión compartida, entre otros, por Vicente Más, Investigador en el laboratorio de Biología Viral del Instituto de Salud Carlos III, que afirma: “Según el análisis de la secuencia de ómicron, la respuesta de las células T no debería verse tan seriamente comprometida. Es esperable que las vacunas administradas mantengan un nivel de eficacia importante para evitar las infecciones graves, no tanto en reducir el nivel de contagios y reinfecciones”.
La inmunidad celular es más difícil de medir que los anticuerpos. Aun así, trabajos preliminares hechos públicos por la agencia de Salud Pública del Reino Unido y citados por la OMS apuntan a que la inmunidad celular mantiene su efectividad. En la misma dirección apuntan también estudios en Sudáfrica y EE UU.
Los últimos datos de Sanidad recogen hasta el 19 de diciembre: en efecto, como en muchos países, “en España se detecta también un rápido crecimiento en las últimas semanas” de ómicron. Los muestreos aleatorios mediante PCR específica detectaron entre el 13 y el 19 de diciembre, con datos de 13 comunidades autónomas, porcentajes de ómicron entre el 3,1 % de Andalucía, seguida de Murcia con 3,7 %; y el 54, 8% (Canarias y Madrid).
“Se está produciendo una rápida sustitución de la variante delta por parte de ómicron”, señala el informe. “Dada la rapidez con la que se está produciendo esta expansión, el retraso en la obtención y comunicación de los resultados hace que los valores reflejados en las semanas incluidas en el informe puedan subestimar la intensidad de la circulación de esta variante en el momento actual”.
La mascarilla, la distancia interpersonal, la higiene de manos y la ventilación “son eficaces para todas las variantes”, incluida ómicron, insiste Sanidad.
Esto se sospechó desde que se detectó la existencia de ómicron, dada su rápida expansión. Los cálculos sobre cuánto más transmisible difieren —no es fácil medirlo, intervienen muchos factores también sociales—, pero algunas estimaciones sugieren un ritmo entre dos y tres veces mayor que delta. Investigadores británicos han calculado que con ómicron es el triple de probable que con delta contagiar a un conviviente.
Se ha dicho mucho, pero lo cierto es que no es fácil de saber. La aparente levedad de las infecciones con ómicron podría deberse a que la mayoría de infectados tenían inmunidad previa —por la vacuna o por una infección—, como explicaba hace dos semanas la epidemióloga Maria Van Kerkhove, jefa técnica de la respuesta frente a covid-19 y de la unidad de enfermedades emergentes y zoonosis de la OMS.
Un informe publicado por el Imperial College de Londres estimó que ómicron sería aproximadamente un 25 % menos severa que delta. Sin embargo, hay que tener en cuenta que delta ya era más severa que la variante original, por lo que esto haría que ómicron siguiera siendo más peligrosa que el SARS-CoV-2 original. Además, los expertos temen que la mayor capacidad de transmisión ‘sobrecompense’ esta diferencia.
El último informe de Sanidad afirma: “Los datos son todavía muy escasos para determinar el verdadero impacto de la variante ómicron en las características epidemiológicas de la infección, pero los estudios preliminares apuntan a una mayor transmisibilidad y un mayor escape inmune. Todavía existe un alto nivel de incertidumbre en cuanto a posibles cambios en la gravedad de los casos”.