Desde hace 60 millones de años, un tipo de hormigas, de la tribu de los atinos, cultiva hongos, de los que luego se alimentan. Los científicos se centran en entender ahora cómo estos insectos, protagonistas de #Cienciaalobestia, emplean agentes antimicrobianos producidos por ciertas bacterias para proteger sus cultivos de otros hongos parásitos.
Son conocidas por cortar hierba y hojas, llevarlas a los nidos de sus colonias y cultivar allí hongos de los que luego se alimentan. Pero lo que sin duda destaca de las hormigas cultivadoras de hongos –de la tribu de los atinos– es su capacidad para aliarse con bacterias que producen ingredientes antimicrobianos para proteger a sus cultivos de otros hongos parásitos.
En un nuevo estudio, publicado en la revista Trends in Ecology & Evolution, un grupo de investigadores italianos y británicos trata de encontrar en estas hormigas nuevas formas de detener o retrasar la evolución de la resistencia a antibióticos, que representa en la actualidad una gran amenaza para la medicina moderna.
“De alguna manera, la alianza antibacteriana de las hormigas parece haber evitado el problema de la resistencia a los antibióticos”, dice Massimiliano Marvasi, de la Università degli Studi di Firenze, Italia, y autor principal del trabajo. “Esto nos llevó a plantear la hipótesis de que la aplicación de potentes cócteles de variantes en constante evolución de compuestos antimicrobianos era el modelo más probable para explicar esta dinámica”, añade.
El equipo de Marvasi había estado estudiando la adaptación de los patógenos resistentes a múltiples fármacos en el medio ambiente. Mientras exploraba esto, el primer autor de la nueva revisión, Ayush Pathak, del Imperial College London, sugirió que compararan lo que veían en otros entornos, incluidas las clínicas, con lo que sucede en los “jardines” de hongos de las hormigas atinas.
En entornos clínicos, el uso de antimicrobianos conduce rápidamente al aumento de cepas bacterianas resistentes. Pero las hormigas no parecían tener ese mismo problema. ¿Por qué?
Según los investigadores, su éxito puede explicarse por el hecho de que las bacterias con las que se asocian dependen de antimicrobianos que varían de manera sutil y continua a lo largo del tiempo, tanto en la estructura como en la mezcla. Este elemento sorpresa, que ha sido posible por la presencia de grupos de genes bajo presión selectiva, permite que las bacterias asociadas a las hormigas produzcan antimicrobianos siempre cambiantes e impredecibles.
Como resultado, es mucho más difícil que los hongos parásitos se vuelvan resistentes, incluso en el transcurso de millones de años. La práctica de estas hormigas sugiere que combinar y administrar variantes estructurales ligeras de antibióticos conocidos que cambien en todo momento podría ayudar a abordar la resistencia a los antibióticos que se produce en la clínica.
“El desarrollo de estrategias efectivas para mezclar variantes de antibióticos sutiles podría dar una nueva vida a los antibióticos antiguos”, concreta Marvasi. La estrategia que proponen debe ahora evaluarse en laboratorio, y en última instancia, en ensayos clínicos.
Estas hormigas guardan un scereto que intriga a los científicos. / Steve Kett
Referencia bibliográfica:
Pathak et al. “Resisting antimicrobial resistance: Lessons from fungus farming ants” Trends in Ecology & Evolutionhttps://www.cell.com/trends/ecology-evolution/fulltext/S0169-5347(19)30256-3