Las medusas entorpecen cada año las vacaciones de miles de turistas que escogen playa y mar para sofocar las altas temperaturas veraniegas. Un investigador de la Universidad de Alicante advierte que, aunque a escala global no se ha producido un aumento de medusas en la costa mediterránea, sí se ha detectado que en algunas playas hay tendencias al alza, algunas con máximos puntuales, y otras con presencia elevada de medusas de manera sostenida.
El investigador César Bordehore, del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio "Ramón Margalef" (IMEM) de la Universidad de Alicante, confirma que entre el 5 y 10% de las playas del Mediterráneo español presentan una abundancia de medusas por encima de la media. "En estos casos, estamos estudiando cómo reducir las poblaciones de medusas y también la incidencia sobre las personas, es decir, evitar cuantas más picaduras mejor”, recalca.
Las especies más comunes en la costa mediterránea española son la medusa luminiscente (Pelagia noctiluca), de color rosado rojizo, semiesférica, con cuatro brazos orales gruesos y ocho tentáculos marginales de hasta dos metros de longitud; y la acalefo azul (Rhyzosmoma pulmo), con umbrela acampanada de color blanco azulado y ribete de color violeta, ocho brazos orales gruesos de color blanco azulado.
En el grupo de medusas "residentes" está la avispa de mar (Carybdea marsupialis), presente en aguas poco profundas, de forma cúbica y color transparente azulado o blanquecino con cuatro tentáculos largos; y la medusa cruz (Olindias phosphorica), hidromedusa transparente con cuatro líneas radiales blancas opacas. Con una umbrela rodeada de pequeños tentáculos de color azul o burdeos, “no se observan enjambres extensos en esta zona pero puede ser muy abundante localmente”, detalla el investigador.
Las picaduras más fuertes y urticantes corresponden a las de la medusa luminiscente, la avispa de mar y la medusa cruz. “La carabela portuguesa (Physalia physalis), que tiene una parte que flota sobre el agua, es poco frecuente en nuestras costas, pero es sin duda es el ejemplar más peligroso. Si la viéramos hay que alejarse rápidamente ya que los tentáculos pueden estar presentes en sus inmediaciones en un radio de más de 10 metros”, advierte Bordehore.
“Por esta zona no tenemos presencia de especies peligrosas de las que tengamos que preocuparnos, de hecho, el Mediterráneo es uno de los mares a escala mundial donde las medusas son más 'inofensivas'. En zonas tropicales podemos encontrar especies que generan graves efectos sobre la salud como la medusa Irukandji, diminuta y mortal en la zona del suroeste del Pacífico”, explica desde el IMEM César Bordehore.
Puntos negros
Gracias al proyecto europeo LIFE Cubomed, liderado por el IMEM y el Instituto de Ciencias del Mar– CSIC y que ofrece documentos como la Guía de identificación y tratamiento de picaduras de medusas, se han podido recopilar datos de picaduras de más del 70% de los 1.200 puestos de socorro que existen en la costa mediterránea. “Hay entre un 5 y 10% de puntos negros que deberían estudiarse para realizar un diagnóstico y ver si se puede reducir la presencia de medusas y reducir el contacto con bañistas”, subraya el experto.
“Hay que tener en cuenta que las picaduras de medusas hay que evitarlas siempre, sean débiles o dolorosas, ya que el cuerpo puede sensibilizarse tras varias picaduras y provocar reacciones alérgicas permanentes. Hemos detectado y publicado en una revista médica el efecto sobre una paciente a la que una picadura de medusa le generó una alergia permanente a anisakis y a gambas lo que le condiciona su alimentación de por vida”, añade.
Existen varios factores que determinan la aparición de estos animales marinos, pero se tienen que diferenciar dos tipos: “unas que vienen y van con las corrientes donde las condiciones que les afectan tienen que ver con grandes masas de agua y, otro grupo de medusas que son costeras y viven en los primeros metros del agua”, indica Bordehore.
A este segundo grupo, lo que les afecta son las condiciones locales, desde la presencia de zooplancton, alimento que aparece por una elevada concentración de nutrientes en el agua, a la configuración de la línea de costa como bahías cerradas, espigones o puertos. Estas condiciones junto con la interacción con corrientes pueden provocar una acumulación de medusas en lugares muy concretos.
Ante una picadura de medusa también llamadas aguamalas, lo principal es eliminar los restos de tentáculos con unas pinzas o una tarjeta plástica, sin frotar, y realizar lavados con agua de mar.
“Nunca utilizar agua dulce”, advierte el experto de la Universidad de Alicante, quien añade que “una vez bien lavada la zona, si tenemos acceso a calor, se puede aplicar a unos 40-45 ºC durante 10-20 minutos”.
Si el bañista tiene algún síntoma sistémico como mareos, dolor de cabeza o articular, alteraciones del pulso o de la presión sanguínea, hinchazón, etc. es importante acudir a los servicios médicos.