Un equipo internacional de astrofísicos, coordinado desde la Universidad Autónoma de Madrid, ha hallado cinturones de rocas heladas en seis estrellas semejantes a la nuestra. El hallazgo, al que los propios científicos califican de “extraño”, podría ayudar a entender mejor la diversidad de los planetas y los sistemas planetarios.
El consorcio internacional DUst around NEarby Stars (DUNES) de la Agencia Espacial Europea (ESA) ha encontrado cinturones de polvo alrededor de seis estrellas semejantes al Sol. Según los expertos, son “diferentes de cualquier cosa conocida previamente”. DUNES ha utilizado el telescopio espacial Herschel de la ESA para efectuar las observaciones.
Los "discos de escombros fríos", como han sido bautizados, son mayores y posiblemente más masivos que el cinturón de Kuiper del sistema solar, según los datos presentados recientemente en The Astrophysical Journal.
“El cinturón de Kuiper contiene un número elevado de objetos con diámetros de varios cientos o miles de kilómetros, llamados a menudo planetas enanos, entre los cuales se encuentra el ex-planeta Plutó", explica Carlos Eiroa, profesor del Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y coordinador de DUNES,
"Los discos fríos descubiertos no contienen este tipo de cuerpos, y probablemente están constituidos por miríadas de pequeñas rocas y pedruscos helados que se han formado en la periferia de esos sistemas”, añade el investigador.
Por razones que los científicos aún desconocen, el crecimiento de dichos pedruscos se ha parado antes de alcanzar los tamaños típicos de los planetas o de los planetas enanos. Esto, aclaran los expertos, no significa que no puedan existir planetas a distancias muy cercanas de las estrellas.
“De hecho, en una de las seis estrellas observadas, la número 109378 en el catálogo estelar Hipparcos, se descubrió hace unos años un planeta situado en una órbita centenares de veces menor que el tamaño del correspondiente disco de escombros frío. Es decir, muy bien podrían existir planetas cercanos a las estrellas, incluso planetas habitables”, sostiene Eiroa.
Aparece una paradoja
Lo anterior conduce a una paradoja, según ilustra el profesor de la UAM: “Los hipoteticos astrónomos de uno de esos hipotéticos planetas no tendrían posiblemente conocimiento de su correspondiente cinturón frío. La razón es que no existen cuerpos como Plutón y la emisión del cinturón estaría distribuida uniformemente en su ‘cielo’, de tal forma que sería muy débil para ser observada desde dentro del sistema planetario, como nos ocurre a nosotros con la emisión del cinturón de Kuiper. La emisión resulta más facil de ser observada desde fuera. Pero, más fácil no significa fácil”.
“Incluso para el gran telescopio espacial Herschel –continúa el investigador– la emisión de los discos fríos es tan tenue que su detección forzó los límites de su sensibilidad. Por ejemplo, no se puede excluir que uno o dos de estos extraños objetos sean galaxias muy distantes alineadas casualmente con las estrellas, pero no relacionadas con las mismas”.
No obstante, los astrónomos están seguros de que la mayoría de los discos de escombros fríos son reales. El reto que ahora enfrentan es entender cómo se originan estos y cómo son realmente, lo cual permitiría entender mejor la diversidad de los planetas y de los sistemas planetarios. El descubrimiento de discos de escombros fríos en estrellas semejantes al Sol es para Carlos Eiroa un hecho significativo del quehacer científico.
“Este hallazgo confirma, una vez más, la regla no escrita en ciencia de encontrarnos con situaciones totalmente inesperadas”.
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