Después de que se haya confirmado en Madrid el primer caso de contagio de ébola fuera de África occidental, recogemos las principales dudas acerca de la propagación de este virus y las aclaraciones de los expertos de la Organización Mundial de la Salud.
La enfermedad por el virus del Ébola es una enfermedad grave y con frecuencia letal que afecta a personas y otros primates, como monos, gorilas y chimpancés. Se detectó por primera vez en 1976 en dos brotes simultáneos, uno en una aldea cercana al río Ébola –de ahí su nombre– en la República Democrática del Congo, y el otro en una zona remota del Sudán. Se desconoce el origen del virus, pero las pruebas científicas disponibles apuntan a que los murciélagos de la fruta de la familia Pteropodidae son sus huéspedes más probables.
Según Christopher Dye, director de Estrategia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “a fecha del pasado 14 de septiembre los análisis señalan un total de 70,8% de pacientes fallecidos en Guinea, Liberia y Sierra Leona”, aunque también reconoce que “la evaluación de la tasa de mortalidad durante esta epidemia es complicada debido a que la información existente sobre los resultados clínicos de muchos casos, tanto los detectados como los no detectados, es incompleta”. La revista New England Journal of Medicine ha publicado recientemente un artículo con esos últimos datos.
La infección se produce por contacto directo, a través de las mucosas, la sangre u otros líquidos y secreciones corporales (heces, orina, saliva, semen) de personas
infectadas. También puede producirse cuando las mucosas o heridas de una persona sana entran en contacto con entornos contaminados por los líquidos infecciosos de un paciente con el virus del Ébola, como prendas de vestir, ropa de cama sucias o agujas usadas.
Durante un brote, quienes mayor riesgo de infección corren son el personal sanitario y los familiares u otras personas que hayan estado en contacto estrecho con los infectados. Especialmente en África, también los integrantes del cortejo fúnebre que hayan tenido contacto directo con el cuerpo del difunto como parte de las ceremonias de inhumación. Los científicos estudian si algunos grupos, como las personas inmunodeprimidas o con enfermedades subyacentes, son más susceptibles que otras a contraer la enfermedad.
La enfermedad se suele manifestar con la aparición súbita de fiebre, debilidad intensa, dolores musculares, de cabeza y de garganta, síntomas que van seguidos de vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática y, en algunos casos, hemorragias internas y externas. Los resultados de laboratorio muestran disminución del número de leucocitos y plaquetas, así como aumento de las enzimas hepáticas. Las infecciones solo pueden confirmarse mediante pruebas de laboratorio.
El intervalo desde la infección a la aparición de los síntomas oscila entre 2 y 21 días. Los pacientes son contagiosos desde el momento en que empiezan a manifestarse los síntomas. No son contagiosos durante el periodo de incubación.
En la actualidad no hay medicamentos ni vacunas contra la enfermedad que estén aprobados, aunque hay varios productos en fase de desarrollo. Los casos graves requieren cuidados intensivos. Los pacientes suelen deshidratarse y necesitan sueros intravenosos o rehidratación por vía oral con soluciones que contengan electrólitos. Algunos pacientes se recuperan con la atención médica adecuada. Para contribuir a contener la propagación del virus, los casos presuntos o confirmados deben aislarse de los otros pacientes y ser tratados por personal de salud que aplique estrictas precauciones para controlar la infección.
Existe posibilidad de contagio mientras el virus esté presente en la sangre y las secreciones. Por ello, los profesionales médicos efectúan un estrecho seguimiento de los pacientes infectados y les someten a pruebas de laboratorio para verificar que el virus ya no circula por su organismo antes de regresar a su hogar. Los hombres pueden seguir transmitiendo el virus a su pareja por el semen hasta siete semanas después de la recuperación clínica. Por ello, es importante que eviten mantener relaciones sexuales durante al menos siete semanas o que utilicen preservativos.
El personal médico está sometido a un alto riesgo. Altededor de 300 trabajadores sanitarios han resultado infectados y más de la mitad han muerto. Esto ha ocurrido porque no han utilizado equipo de protección personal o porque no se han aplicado adecuadamente las medidas de prevención y control de la infección al cuidar a los pacientes. Los profesionales sanitarios de todos los niveles del sistema de salud –hospitales, dispensarios y puestos de salud– deberían recibir información sobre la naturaleza de la enfermedad y su transmisión, y acatar rigurosamente las precauciones recomendadas para controlar la infección.
Adoptan medidas denominadas “precauciones generales y adicionales”, unas recomendaciones basadas en datos probatorios que se sabe que evitan la propagación de las infecciones. Por ejemplo, se recomienda aislar los casos confirmados o sospechosos en habitaciones individuales. Si no se dispone de habitaciones de aislamiento, hay que dejar a esos pacientes en zonas específicas, separados de otros. En esas zonas también deben separarse los casos confirmados de los sospechosos. El acceso a ellas debe estar restringido y hay que asignarles los equipos necesarios y dotarlas de personal que las atienda en régimen de exclusividad.
Además de las precauciones generales, los profesionales sanitarios deben aplicar las medidas recomendadas de control de la infección para evitar la exposición a sangre, líquidos y entornos u objetos contaminados. Todas las visitas y profesionales sanitarios deberían utilizar de forma rigurosa el equipo de protección personal, que debe consistir, como mínimo, en guantes, bata impermeable, botas o zapatos cerrados con cubrezapatos, mascarilla y gafas o máscaras faciales contra salpicaduras.