La planta arborescente Sigillaria brardii formaba bosques en zonas de turbera durante el Carbonífero, pero hace unos 300 millones de años el clima se torno más árido y tuvo que buscar nuevos espacios en los lechos fluviales. Investigadores de la Universidad de Barcelona han descubierto las pruebas fósiles en los Pirineos catalanes.
Las plantas del género Sigillaria, junto con su pariente Lepidodendron, fueron abundantes en la flora europea y de América del Norte durante el Carbonífero superior (hace entre 359 y 299 millones de años). Medían varios metros y presentaban un porte arbóreo, pero no eran árboles, sino licópsidos. Este grupo de plantas actualmente están casi extintas y solo queda un pariente herbáceo semiacuático, las isoetales.
A diferencia de las actuales, Sigillaria era una planta mucho más alta y formaba auténticos bosques carboníferos. Prosperaban en turberas y fueron el principal productor de la materia orgánica que posteriormente se convertiría en carbón.
Ahora, investigadores de la Universidad de Barcelona han descubierto en los Pirineos que la especie Sigillaria brardii se alejó de su hábitat natural y colonizó nuevos espacios en los lechos fluviales de una antigua cordillera europea.
Hasta la fecha, este proceso de dispersión ecológica de la especie solo se había documentado en las cuencas sedimentarias litorales de los Estados Unidos y del norte de Europa.
Ahora, en un trabajo publicado en la revista Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, los investigadores describen por primera vez este fenómeno de colonización de Sigillaria brardii en los cursos fluviales y pantanos de agua dulce de la gran cordillera Varisca.
Esta desaparecida estructura geológica europea —hoy en día erosionada— aún presenta afloramientos geológicos en los Pirineos y en las cordilleras costeras catalanas.
“A finales del Carbonífero superior (aproximadamente hace 300 millones de años) estas plantas sufren un fuerte retroceso debido al cambio climático hacia una mayor aridez”, explica a SINC la primera autora, Aixa Toxal, “y esto produce que queden restringidas en zonas montañosas donde aún hay una humedad suficiente para su desarrollo”.
“Nuestro estudio muestra que en este momento tan difícil para estas plantas, fueron capaces de ampliar su nicho ecológico para intentar sobrevivir –subraya–, viviendo en las turberas como sería de esperar, pero también en zonas de ribera dónde habría suficiente humedad en el suelo”.
Este resultado contrasta con una hipótesis arraigada, donde se suponía que la desaparición de Sigillaria estaba relacionada con su incapacidad de explorar nuevos ambientes y la desaparición de las turberas por el cambio climático.
Según los autores, el aumento de la plasticidad ecológica de la especie se asocia a ese momento de cambio climático global, con una temperatura y aridez más altas. Estas condiciones ambientales causaron la reducción de la extensión de las turberas y un incremento de la erosión y del drenaje en zonas de montaña, y esto explicaría la nueva distribución ecológica de la especie.
Este cambio alcanza su máximo en el Pérmico Inferior, hace entre unos 300 y 273 millones de años, cuando finalmente todos los representantes arborescentes de este grupo de isoetales se extinguieron, señalan los autores.
El equipo ha realizado análisis sedimentológicos, taxonómicos y paleoecológicos en la cuenca de Erillcastell (Alta Ribagorça, Lleida), en la vertiente sur de los Pirineos catalanes, una geozona de gran interés científico para estudiar el proceso de creación de las cuencas carboníferas pirenaicas.
Muchas minas de carbón que han sido explotadas corresponden a los antiguos bosques fosilizados. En concreto, la formación de los depósitos de hulla del final del Carbonífero (denominado Pensilvánico) del Pirineo se asocia a la acumulación de turba procedente de las plantas Sigillaria que prosperaron en los pantanos y turberas de la gran cordillera Varisca.
Los troncos de esta planta, formados principalmente por un tejido bastante débil (o peridérmico) se fueron acumulando en el fondo de los pantanos anóxicos (faltos de oxígeno) y se transformaron fácilmente en turba. En la zona de estudio se han encontrado cortezas de 3 m de largo y 1 m de ancho.
Después de una larga maduración geoquímica —bajo altas presiones y temperaturas— la turba acumulada se transformó en hulla, un tipo de carbón, que fue explotada en el Pirineo a fines del siglo XIX y principios del XX para alimentar a las fábricas de vapor de Barcelona.
Más tarde, entre 1950 y 1970, las minas carboníferas se reabrieron para alimentar pequeñas fábricas locales de cemento en el Pirineo. “Este carbón se ha utilizado en el territorio tanto para uso personal como para uso industrial”, apunta Toxal.
Referencia:
Tosal, A.; Pàmies, J.; Martín-Closas, C. “Plant taphonomy and palaeoecology of Pennsylvanian wetlands from the Erillcastell Basin of the Eastern Pyrenees, Catalonia, Spain”. Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, noviembre 2022.