Un estudio internacional, publicado hoy en Nature, demuestra que la duración de la estación calurosa ha descendido en los últimos 12.000 años. La razón: la cantidad de radiación solar durante la primavera ha disminuido. Esta investigación reúne por primera vez datos climáticos de la superficie marina de la Península Antártica, que ayudarán a saber cómo las capas de hielos responden al calentamiento global.
“El estudio difiere de otros porque sugiere que las temperaturas de la Antártida están controladas por episodios locales, y no por cambios en la fuerza solar del hemisferio norte como defienden otras investigaciones”, explica a SINC Amelia Shevenell, autora principal del estudio e investigadora en la Escuela Universitaria de Londres (Reino Unido).
La investigación, publicada ahora en Nature, demuestra que entre los 8.000 y 10.000 primeros años del Holoceno (la actual época geológica) las temperaturas oceánicas de la Antártida disminuyeron entre 3 y 4ºC.
Sin embargo, en los últimos 2.000 años se ha producido un ascenso de las temperaturas (de 3,4ºC), en especial en la Península Antártica, donde las temperaturas se calientan cinco veces más rápido que en el resto del mundo.
“Los datos climáticos se han obtenido de un sedimento marino del oeste de la Península Antártica. Nunca antes habíamos contado con un registro de temperaturas oceánicas”, destaca Shevenell.
La influencia de los fenómenos atmosféricos
Este aumento de las temperaturas, que coincide con los cambios climáticos globales registrados, se debe al fenómeno El Niño u Oscilación del Sur o al Evento La Niña (ENSO, en sus siglas en inglés), que se inicia en el Océano Pacífico tropical y que mantiene la temperatura oceánica más caliente.
“En la actualidad sufrimos fuertes condiciones de La Niña que causan un calentamiento de la Península Antártica y una reducción del hielo marino”, comenta Shevenell. “Creemos que esta conexión se mantiene desde hace 2.000 años”, añade.
Según los resultados, los vientos del oeste también influyen en el cambio climático de los océanos y en la atmósfera. “Estos vientos pueden regular la cantidad de CO2 que se absorbe en las profundidades del océano (donde se almacena), y que se libera después a la atmósfera”, apunta la científica.
“Existe la evidencia (mediante registros obtenidos del hielo) de que, durante la última glaciación, los vientos del oeste se intensificaron. Estos cambios ocurrieron al mismo tiempo que aumentó el CO2 en la atmósfera.”, explica Shevenell, quien señala que esta unión insinúa un papel relevante de los vientos del oeste en el ciclo carbónico.
¿Estabilidad oceánica?
La investigación sugiere que si la fuerza y la frecuencia del evento ENSO aumentan y los vientos del oeste se intensifican, habrá repercusiones negativas sobre la Antártida: afectará a la estabilidad de las capas de hielo y al ciclo del carbono. Causará también un incremento del nivel del mar.
“Las temperaturas del océano juegan un importante rol en la estabilidad de las placas de hielo”, destaca la científica. Este estudio puede aportar “nuevos modelos climáticos que permitan entender cómo las capas de hielo de la Antártida responden al calentamiento global”, concluye Shevenell.
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Referencia bibliográfica:
A. E. Shevenell, A. E. Ingalls, E. W. Domack & C. Kelly. 'Holocene Southern Ocean surface temperature variability west of the Antarctic Peninsula'. Nature, volumen 470, 10 de febrero de 2010. doi:10.1038/nature09751