Científicos de la Universidad de Stanford y de la Universidad de California en San Francisco (EE UU) han desarrollado una técnica para ‘desarmar’ al parásito de la malaria que consiste en hacerlo depender del suministro externo de una sustancia química vital. La cepa domesticada de Plasmodium, el parásito unicelular causante de la malaria, podría dejar de provocar la enfermedad.
Una nueva investigación demuestra que la supervivencia del parásito causante de la malaria se basa en la producción de una sustancia química, el isopentenil pirofosfato (IPP). Estos avances podrían contribuir a acelerar el desarrollo de medicamentos y ofrecer la base para la primera vacuna efectiva contra la enfermedad.
El hallazgo, que se publica hoy en la revista PLoS Biology, no solo se centra en identificar el IPP como una sustancia absolutamente esencial para la viabilidad del parásito de la malaria durante la etapa en la que invade las células sanguíneas, sino que también revela la posibilidad de cultivar grandes cantidades de este parásito modificado, incapaz de provocar la enfermedad.
El estudio, liderado por Ellen Yeh, profesora de la Universidad de Stanford y de la Universidad de California en San Francisco, y Joseph DeRisi, investigador del Instituto Médico Howard Hughes (EE UU), demuestra que durante la etapa en la que está infectando la sangre, el parásito puede vivir sin su apicoplasto –una estructura dentro del parásito donde se fabrica IPP–, siempre que siga obteniendo la sustancia química de otra fuente.
“A pesar de que el apicoplasto genera muchos productos diferentes, únicamente la producción de IPP es fundamental para la supervivencia del parásito durante la etapa en la que se encuentra en la sangre”, explican los autores.
Yeh y DeRisi averiguaron que si añadían antibióticos al medio de cultivo, en combinación con una única sustancia, el IPP, los parásitos que no tenían apicoplasto se multiplicaban rápidamente en el cultivo. “Esto nos indicó que el IPP es la única sustancia que el Plasmodium de verdad necesita de su apicoplasto durante su etapa en la sangre”, declara Yeh.
Este cultivo sin precedentes de un parásito de la malaria sin apicoplasto promete un avance en los esfuerzos para conseguir nuevos medicamentos y vacunas. No obstante, Yeh advierte que todavía pasarán muchos años hasta que esta investigación llegue a la fase clínica, “aunque estamos más cerca que antes”.
Sobre la malaria
Cada año se dan 250 millones de nuevos contagios de malaria, la mayoría en África, pero también en el sudeste asiático, India y Latinoamérica. Se transfiere a los humanos a través de la picadura del mosquito, momento en el que los parásitos unicelulares del género Plasmodium se inyectan en el torrente sanguíneo. La infección causa aproximadamente un millón de muertes al año, la mayoría niños menores de cinco años.
El parásito solo produce síntomas perceptibles durante la etapa en la que se encuentra en la sangre. En cada una de las fases (dentro del mosquito, en el hígado y en la sangre) el parásito adopta una nueva forma con diferentes características superficiales, por lo que se presenta con un aspecto diferente al sistema inmunitario y entorpece los intentos de contraataque.
Actualmente no existen vacunas efectivas contra la malaria, y lo que es peor, las cepas de Plasmodium suelen hacerse resistentes a los medicamentos que se han aprobado para combatir esta enfermedad. “Si la resistencia se extiende, tendremos un gran problema”, concluye Yeh.
Referencia bibliográfica:
Ellen Yeh, Joseph L. DeRisi. “Chemical Rescue of Malaria Parasites Lacking an Apicoplast Defines Organelle Function in Blood-Stage Plasmodium falciparum”. PLoS Biology, 30 de agosto de 2011. Doi: 10.1371/journal.pbio.1001138
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