Carlos Mateos tiene una misión: lograr que la información sanitaria en la red sea veraz. El coordinador de la iniciativa Salud sin Bulos acaba de firmar un acuerdo con la Sociedad Española de Oncología Médica para neutralizar las fake news relacionadas con el cáncer: ni el pintalabios o el aire acondicionados son cancerígenos ni la Coca-Cola o los zumos de remolacha combaten los tumores.
“¡ALERTA!, ¡PÁSALO A TODOS TUS CONTACTOS!”. Los mensajes de este tipo son cada vez más frecuentes por WhatsApp y redes sociales. Se trata de información alarmista, en muchos casos sobre salud, cuyo contenido, la mayoría de las veces, es un bulo. “Quieto, no lo difundas: puedes hacer un flaco favor a alguien”. Esta es la recomendación de Carlos Mateos, vicepresidente de la Asociación de Investigadores de eSalud (AIES) y coordinador de Salud sin Bulos.
La iniciativa Salud sin Bulos identifica y destruye rumores falsos sobre salud que circulan por internet con argumentos científicos gracias a la participación de sus embajadores y colaboradores, desde profesionales sanitarios y periodistas hasta asociaciones de pacientes y otras instituciones.
Además, ya cuenta con la colaboración de organizaciones científicas como la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) o el Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM).
La última en sumarse a esta lista ha sido la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), con la intención de desmentir las noticias falsas sobre cáncer en internet, ya que es la patología que más bulos sanitarios protagoniza. Según Mateos detrás de estos bulos muchas veces hay un interés comercial.
¿Cuál es el objetivo de la colaboración con SEOM y cómo va a ponerse en práctica?
El objetivo es sumarnos a oncólogos que nos ayuden a combatir los bulos sobre cáncer en internet. SEOM ha designado profesionales que identifican bulos y titulares alarmistas en los medios de comunicación, nos los envían y los publicamos en la página web. En otros casos, somos nosotros quienes los identificamos y se los reenviamos a ellos.
Lo que queremos es reaccionar ante los bulos rápidamente. Hasta ahora, lo que ocurría es que las sociedades científicas o no contestaban o lo hacían pasada una semana. Demasiado tarde, porque el bulo para entonces ya se ha extendido.
Salud sin bulos nació en febrero y ya cuenta con el respaldo de muchas sociedades. Es pronto para valorarlo, pero ¿qué resultados se han obtenido hasta ahora?
Espectaculares, la verdad. No me imaginaba que iba a tener este éxito. Son ya muchas sociedades científicas las que se han adherido. Es cierto que pensábamos que la iniciativa era necesaria y funcionaría, pero no imaginábamos que iban a ser las propias asociaciones científicas los que vinieran a nosotros.
La siguiente fase es poder formar a profesionales sanitarios que orienten a los pacientes. También trabajar con asociaciones de estos últimos para que dispongan de gente que identifique qué información es fiable en internet. Como mínimo, saber cuándo hay que desconfiar.
¿Por qué es el cáncer la patología que más bulos sanitarios protagoniza?
Es difícil saberlo. Lo que ocurre es que todo aquello que propone solucionar un problema grave y que apele a los miedos de la población funciona y se reproduce. Hay estudios que han demostrado que las noticias negativas funcionan mejor que las positivas y se propagan con más rapidez.
En el caso del cáncer, existen noticias falsas relacionadas tanto con una manera milagrosa de prevenirlo, desde superalimentos a tratamientos alternativos sin ninguna validez científica; como con sustancias cotidianas que, al parecer, lo producen.
En general, la población desconoce los factores de riesgo relacionados con esta enfermedad, por lo que confía en cualquier explicación pseudocientífica que sea mínimamente creíble.
¿De dónde surgen los bulos?
A veces anónimamente, pero otras surgen porque personajes conocidos ayudan a expandirlos. Es el caso de Javier Cárdenas y el bulo de que las vacunas producen autismo. Son testimonios basados en información que, o bien es falsa, o bien está basada en estudios que han sido desmentidos.
También hay que tener en cuenta las revistas depredadoras en las que, mientras se pague, se puede publicar. Conclusión: todo vale. Hay mucha gente que manda sus estudios a estas revistas para engordar su currículum. Es muy sencillo citar este tipo de fuentes aunque no tengan ningún contraste científico.
Aquí hay muchísimos factores, desde intereses económicos, adhesión a una autoridad o incluso el deseo de ayudar, como en el caso de la gente que lo propaga porque piensa que es verdad y lo reenvía por si acaso.
¿Qué bulos sobre el cáncer son más frecuentes y peligrosos en internet?
Los más frecuentes son los relacionados con la alimentación: todos los que predican que hay alimentos que producen cáncer –aditivos, sobre todo– o, al contrario, que pueden ayudar a frenarlo.
Los más peligrosos son los que incitan a dejar los tratamientos sustituyéndolos por soluciones naturales milagrosas. También hay supuestos gurús del tema que dicen que tiene un origen psicosomático. Esto causa trastornos psíquicos y emocionales a muchas personas que llegan a abandonar lo recomendado por el médico.
¿Qué impacto pueden tener las pseudoterapias en pacientes con cáncer?
Depende de cuáles. Igual que si alguien se desvía de su tratamiento corre peligro, hay algunas de estas pseudosoluciones que producen efectos perjudiciales para la salud por sí mismas. Es decir, algunos no tienen consecuencias directas, pero otros sí. Hay barbaridades de todo tipo.
Entonces, ¿tragarse bulos sobre salud puede matar?
Sí, por supuesto.
Ante una duda sobre la enfermedad, ¿es recomendable que el paciente busque información en internet?
Es inevitable. Cualquiera de nosotros buscamos en internet cuando estamos enfermos. La cuestión es tener una mínima orientación para saber cómo investigar de manera fiable o cómo dejarnos asesorar por los profesionales sanitarios, identificar fuentes, etc.
Según el último Eurobarómetro, los españoles son los europeos que más fake news encuentran. ¿Somos críticos o nos las tragamos?
Nos las tragamos. Es evidente que no sabemos reaccionar ante ellas porque la mayoría de la población carece de la cultura científica necesaria. Tampoco se enseña a los profesionales sanitarios cómo orientar a los pacientes, informarles y comunicarse con ellos.
El problema es que en las redes sociales y WhatsApp prima la inmediatez, el espectáculo y la alarma. La gente no contrasta la información. Incluso muchos profesionales sanitarios no saben de qué páginas pueden fiarse sus pacientes.
Esto, junto la jungla de internet, es la combinación perfecta para el desastre. La gente se queda con la información de la primera página que muestran los buscadores, aunque sea falsa.
¿Qué podemos hacer los ciudadanos cuando recibimos por WhatsApp o vemos en Facebook informaciones virales que son bulos sobre salud?
Primero, no difundir algo que no estemos seguros que sea cierto. El principal error es difundir algo por si acaso. “No sé si es verdad, pero mejor prevenir que curar”. Pues no, no lo reenvíes. Haciéndolo se crea una alarma que puede tener consecuencias en la salud de otra persona.
Segundo, para ver si una información es certera podemos tratar de localizar si la ha proporcionado una fuente oficial. Lo más sencillo es usar internet para buscar en páginas web oficiales como la del Ministerio de Sanidad, distintas consejerías, hospitales, universidades, sociedades científicas, que nos ayudarán a contrastar lo que dice ese bulo.
Por último, podemos acudir a profesionales sanitarios. No solo a los médicos, también a los farmacéuticos, que pueden asesorarnos en salud.
¿Por qué los bulos son más fáciles de difundir que una información veraz y tienen tanto éxito?
En muchas ocasiones los bulos apelan a miedos atávicos con titulares sensacionalistas y alarmantes. Otras se propagan incluso a través de medios de comunicación que quieren conseguir clics. A veces, se intentan conseguir muchas visitas a costa de la ética.
¿Conoce la iniciativa ‘Maldito bulo’? ¿No se han planteado una colaboración con ellos?
Sí. Les hemos escrito pero no nos han contestado. Estaríamos encantados de poder contar con ellos. Cuanta más colaboración, mejor; creemos que esa es la fórmula. No se trata de protagonismo sino de que la mayor cantidad de gente posible actúe para combatir un bulo y acabar con él.
¿Cree que los medios deberían asumir la responsabilidad de desmontar las mentiras sobre salud?
Los medios tienen una labor informativa, no formativa; pero sí tienen una obligación de informar con veracidad y con rigor. Se puede idear un titular llamativo pero no tiene por qué ser falso o alarmista.
Si los medios realmente quieren ser un lugar de referencia, a diferencia de blogs –que son anónimos o están firmados por ciudadanos corrientes–, tienen que distinguirse precisamente en el rigor de la información.