El director del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), José María Valpuesta, ha hecho estudios punteros en biología estructural, en particular en el campo de la microscopía electrónica. Además, lleva varios años estudiando el plegamiento de las proteínas, una investigación crucial en la lucha contra enfermedades como el alzhéimer y las encefalopatías asociadas a priones.
Su trabajo ha hecho que su centro esté entre los 22 candidatos al reconocimiento Severo Ochoa del Ministerio de Ciencia e Innovación. ¿En qué trabaja actualmente?
La investigación en el CNB es multidisciplinar y gira alrededor de seis grandes líneas. Somos líderes en España en los campos de biología estructural, virología, biorremediación, genética molecular de plantas, y estamos muy bien posicionados en los campos de inmunología e inflamación. En cuanto a mi trabajo, soy biólogo estructural y trabajo en un tema muy importante dentro de la biología molecular: el plegamiento de las proteínas. Mi investigación trata de conocer cómo adquieren su conformación nativa final. Estudio, en concreto, un grupo de proteínas que ayudan a que las demás se plieguen correctamente. Este grupo de proteínas se llaman “chaperonas moleculares” y su correcto funcionamiento es muy importante para la célula.
¿Qué aplicación práctica tiene el estudio de estas proteínas?
Es importante desde el punto de vista biotecnológico porque hay proteínas que se expresan en organismos que no son los suyos propios. Esto les provoca problemas de plegamiento porque los organismos no la reconocen adecuadamente, o se expresan en cantidades tan grandes que las células bacterianas o las levaduras no saben muy bien qué hacer con ellas. Conocer mejor las llamadas ‘chaperonas moleculares’, puede ayudar a resolver problemas de carácter industrial. Mi trabajo general es en cualquier caso no es muy biotecnológico, ya que hago fundamentalmente ciencia básica.
Como director de un centro puntero en biotecnología, ¿qué lugar ocupa esta disciplina en España?
La biotecnología española está a un nivel muy alto en investigación, pero está peor en lo que respecta a su transferencia a la industria y al sector privado. Aunque en España se mueve mucho dinero alrededor de la biotecnología, aún no hay una buena comunicación entre las empresas que crean productos biotecnológicos que demanda el mercado, y los investigadores de empresas públicas que hacen investigación interesante para las compañías.
¿Existen colaboraciones con empresas en su centro?
Tenemos 225 contratos con empresas de todo tipo, la mayor parte privadas. Nuestros servicios son muy variados, desde encargos básicos puntuales hasta investigaciones íntegras que la empresa delega directamente a un investigador de nuestro centro.
La falta de conexión entre investigadores y empresas biotecnológicas es una barrera importante, ¿qué otras dificultades detecta en este tipo de mercado?
Hay un problema básico. Muchas buenas ideas en la teoría no son aplicables en la práctica cuando se quiere llegar al mercado. Este no es un problema únicamente español, sino que también se produce en otros países. Tan solo un 10% de las empresas de biotecnología que nacen son exitosas. Otro de los problemas, a mi juicio, es que a veces los investigadores se ven forzados no sólo a crear la empresa biotecnológica sino a tirar de ella, algo para lo que en muchas ocasiones no se está preparado, lo que puede hacer fracasar el proyecto. Esto hace que ciertas empresas de biotecnología con futuro desaparezcan. Por otro lado está el problema de la financiación. Se necesita mucho dinero para desarrollar un producto y es difícil encontrar al socio capitalista que lo ponga. En ese aspecto el MICINN está funcionando cada vez mejor para ayudar a que las pequeñas empresas se capitalicen y tengan créditos con los que desarrollar el posible producto.
El suyo es uno de los centros aspirantes al reconocimiento Severo Ochoa. ¿Cómo valora la creación de este distintivo?
Es una acción muy interesante. Es importante ayudar a que algunos centros españoles alcancen el nivel de los mejores en el campo internacional, porque pueden actuar de referente de la ciencia española en el extranjero, y pueden servir de ejemplo a nuestra propia comunidad científica. Sin embargo, tengo que dejar claro que este objetivo no se puede conseguir en cuatro años; la financiación debe mantenerse durante bastante más tiempo, con los adecuados controles que vigilen la actividad de los centros elegidos.
¿Por qué cree que su centro merece ganarlo?
Nuestro centro es ahora mismo el más sobresaliente de biotecnología en España. Somos también punteros en el campo de la biología molecular y tanto el centro como muchos de nuestros investigadores son muy reconocidos en el extranjero. A pesar de los problemas propios de ser un centro público, con limitaciones burocráticas y falta de flexibilidad administrativa, estamos a un altísimo nivel y en mi opinión el CNB merece tener el título de excelente.