Durante tres años, CHICOS ha sido una acción de coordinación para desarrollar una estrategia integrada para la investigación de cohortes de nacimiento en Europa. Financiada por la Comisión Europea con 1,5 millones de euros, comenzó en 2010 con socios procedentes de siete países, pero finalmente han participado científicos de hasta 21 países. El proyecto ha sido coordinado por Martine Vrijheid, epidemióloga holandesa en el Centro de Epidemiología Ambiental (CREAL), situado en el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB).
¿Cuál era el objetivo de CHICOS?
Los estudios de cohortes de nacimiento analizan grupos de madres y niños a lo largo de los años, tratando de encontrar relaciones entre diferentes factores de riesgo y sus efectos en la salud. En Europa se han establecido muchas cohortes durante las últimas dos décadas. La Comisión Europea quería saber cómo podemos aprovechar estos estudios ya existentes o si se necesita una estrategia diferente, ya que las cohortes de nacimiento son muy caras: inscribimos a las mujeres desde que están embarazadas y hacemos el seguimiento de ellas y sus hijos hasta que estos llegan a la edad adulta, o más allá.
¿Por qué son importantes estos estudios?
En los últimos diez años ha habido un interés creciente en el desarrollo y la salud de los niños, en parte porque hemos encontrado que muchas de las enfermedades crónicas en la edad adulta tienen su origen en esta época. Los estudios de cohortes son muy poderosos porque se pueden recoger datos muy detallados tanto de las madres (la dieta y el estilo de vida, la contaminación a la que están expuestas) como los hijos (su desarrollo neurológico, crecimiento o problemas de salud como el asma o la diabetes).
¿Cómo se organizó el proyecto?
Había varias partes: hacer un inventario de las cohortes europeas existentes, evaluando el tipo de datos recogidos; realizar estudios que combinan datos de muchas cohortes, y hacer recomendaciones para el futuro. Hemos identificado 70 cohortes de nacimiento, cada una de entre 1.000 y 100.000 participantes, unos 500.000 niños en total. En España solo hay una, el proyecto INMA, dirigido por el CREAL.
¿Y qué han averiguado?
Que las cohortes existentes son un recurso muy útil para el estudio de la salud y el desarrollo infantil en Europa y que, con respecto a algunos de los factores de riesgo y los efectos en la salud, los resultados son comparables. Asimismo, se necesita una diversidad de cohortes porque dan un tipo de información diferente: las de gran tamaño nos ayudan descubrir resultados poco frecuentes, mientras que los pequeños proyectos permiten estudiar más detalles.
¿Qué recomendaciones han hecho?
Creemos que lo más rentable sería continuar con las cohortes existentes y trabajar juntos para lograr una mayor armonización y estandarización, así como intercambiar conocimientos y métodos. Se recomienda también el establecimiento de una Cohorte Europea Colaborativa que se convierta en una fuente permanente de datos con información de todas las cohortes.
¿Cómo ayuda este tipo de investigación a la salud pública?
En este proyecto se ha analizado el grado de influencia de la información recogida en la formulación de políticas, y la respuesta es que, en la actualidad, no es muy alto, porque los políticos quieren respuestas rápidas y estos estudios son a muy largo plazo. Pero estos temas son importantes para la salud pública y, por ejemplo, las recomendaciones actuales sobre el consumo de alcohol durante el embarazo o las normas de contaminación del aire en Europa se han basado en estos estudios.