Pablo Artal ha sido el primer europeo galardonado con la Medalla Edwin H. Land. El premio, concedido por la Sociedad de Óptica y la Sociedad de Ciencias de la Imagen y la Tecnología de Estados Unidos en honor al inventor de Polaroid, reconoce a científicos que son a la vez inventores, investigadores, emprendedores y docentes.
En España, ser a la vez inventor, investigador, emprendedor y docente es ser una rara avis. ¿Se siente identificado con estas cuatro facetas?
Soy un académico puro y principalmente me considero un científico. Al ser catedrático de universidad, una parte importante de mi trabajo es la docencia. Por otro lado, a mí siempre me ha gustado la ciencia aplicada, lo cual desemboca en el invento, entendido como algo que tiene explotación comercial. Lo que menos me caracteriza quizá sea lo de empresario. Aunque he cofundado varias empresas de base tecnológica, es más bien un divertimento.
Como científico investigador, ¿a qué se dedica en el Laboratorio de Óptica de la Universidad de Murcia?
Tenemos cuatro líneas de estudio importantes. Por un lado diseñamos instrumentos de medición de la visión. También desarrollamos lentes y otros sistemas de corrección que lleva mucha gente en el mundo, así como microscopios y láseres con aplicaciones oftalmológicas. Tengo la enorme suerte de contar con un equipo excepcional en la Universidad de Murcia al que debo el 99% del éxito.
Usted es conocido por transferir a la óptica técnicas de la astronomía.
Sí, desarrollamos instrumentos de medición de la visión basándonos en principios aplicados en los grandes telescopios –lo que se llama óptica adaptativa–. Fuimos de los primeros del mundo en hacerlo y lo cierto es que, aunque los tamaños y tiempos que se emplean en los telescopios y en el ojo son muy distintos, el problema conceptual es parecido. La luz de las estrellas pasa por la atmósfera, lo cual produce una degradación de la imagen que el propio telescopio tiene que compensar. Dentro del ojo se produce un fenómeno similar al que ocurre en la atmósfera. Con esta idea hemos creado herramientas para caracterizar la visión del paciente y determinar cómo ve en diferentes condiciones. Con nuestros sistemas la caracterización es más fina y el propio paciente puede decidir con qué ve mejor.
¿Ha comercializado el sistema?
Sí, la tecnología nos ha llevado a fundar la empresa Voptica S.L. para producir y comercializar este tipo de instrumentación, que hoy está instalada en varios hospitales de todo el mundo.
¿Fue el gusto por la astronomía lo que le llevó a desarrollar la idea?
La verdad es que no soy especialmente aficionado a la astronomía, aunque he visitado algunos de los grandes telescopios porque me invitan mis colegas astrónomos. Mirar las estrellas está bien, pero a mí lo que me encanta es que millones de personas vean mejor. Me gusta que la gente me diga: “¡Ah!, pues mi madre lleva unas lentes que has desarrollado tú.”
¿También ha creado lentes?
Sí, es uno de los aspectos que más me gusta. Hemos inventado una lente intraocular para personas con cataratas que es una copia artificial del cristalino de una persona joven. La cirugía de cataratas es la que más se practica en el mundo. Las padece gente mayor que suele llevar muchos años viendo mal; por eso, hasta ahora casi cualquier lente valía. Nosotros contribuimos a cambiar esa filosofía y las optimizamos para que proporcionen una mejor visión tras la cirugía.
¿Y las venden bien?
Desde hace años las comercializa una compañía internacional, Abbott Medical Optics, y gracias a ello hoy millones de personas en el mundo llevan estas lentes diseñadas por nosotros. En su momento fue estupendo. Yo acababa de llegar a Murcia, no tenía instalaciones, y que una multinacional confiara en mí y me financiara proyectos me ayudó a montar el laboratorio. Ahora me inclino por desarrollarlas por nosotros mismos, aunque sin dejar de colaborar con las grandes empresas oftálmicas, y para eso hemos fundado una segunda empresa llamada Dioptis SL.
¿Y ya hay nuevos proyectos a la vista?
Tenemos unas lentes patentadas que no sirven para corregir la miopía infantil pero, si las teorías son correctas, evitarían en parte su desarrollo. Una segunda línea experimental es la microscopía no lineal, con láseres de pulsos cortos, de femtosegundos. Esto, que puede sonar complicado, sirve para hacer imágenes de córneas y retinas. Nosotros tenemos el único y primer microscopio que permite hacer estas mediciones in vivo. Este láser también modifica la córnea sin cortarla para cambiar sus propiedades ópticas. Puede ser una revolución en la corrección de la vista, pero aún está en fase de laboratorio.
Para no considerarse un empresario, es cofundador de al menos dos empresas…
Hay una tercera, Visiometrics SL. Fue la primera y ahora ya va sola, yo no intervengo. Comercializa en todo el mundo un instrumento que yo desarrollé durante mi tesis doctoral.
Y además es docente. ¿Qué consejos da a sus estudiantes?
Que no se dejen llevar por el pesimismo del momento. En campos de ciencia aplicada y tecnológicos, yo no conozco a nadie con una buena tesis doctoral que no encuentre una salida; a lo mejor no en la misma puerta de la casa, pero la consiguen. Sobre todo deben aprender el oficio, tener entusiasmo y no obsesionarse por publicar. Es importante hacer la tesis doctoral en un sitio que abra puertas internacionales. Y por último, medir las propias fuerzas y capacidades. La ciencia es una carrera de fondo a muy largo plazo, y no todo el mundo sirve. Yo, por ejemplo, tengo vértigo, así que aunque me empeñara, nunca podría limpiar cristales de rascacielos. En resumen: optimismo y al toro.
No solo es el primer español que recibe el premio Edwin Land, sino también el primer europeo. ¿Doble orgullo?
Sí, creo que hasta ahora los premiados han sido estadounidenses y japoneses. En estos premios no es fácil entrar si no estás en ciertos circuitos, así que es un doble éxito. Por eso quiero compartirlo con la comunidad de investigación en óptica de nuestro país, que tiene gran tradición y calidad. Esta medalla premia al científico-inventor, un punto intermedio donde yo creo que está la chicha. Lamentablemente, en esto España es un pequeño desierto. Tenemos buenas ideas y publicamos investigaciones, pero después suelen ser otros los que, lícitamente, les sacan provecho económico. Si la tecnología que producimos interesa, vamos a desarrollarla nosotros.
¿Se esperaba el premio?
Recibir premios tiene un enorme componente de azar. Para la medalla Edwin Land, alguien te tiene que nominar y necesitas cinco avaladores. Yo sabía que me habían nominado, pero es mejor olvidarlo en cuanto te lo dicen. Para mí, Edwin Land es una especie de héroe. Ya antes del premio lo mencionaba a mis alumnos en las clases.
¿Por qué su admiración por Land?
Fue un pionero. En marketing de productos tecnológicos, fue él quien inventó el tipo de presentaciones que después Steve Jobs hizo con sus productos. En este sentido, Apple se parece a Polaroid, y Jobs lo mencionó en varias ocasiones. Incluso siendo presidente de Polaroid, Land siempre siguió haciendo ciencia. A los 19 años dejó Harvard e inventó las láminas polarizadoras. La máquina de fotos instantánea le dio el dinero, y luego, cuando ya era millonario, se interesó por la investigación del sistema visual –mi parte favorita–. Desde entonces siempre fue una mezcla de científico y empresario.
¿Recomienda algún libro sobre Edwin H. Land?
Hay uno reciente, del año pasado, que se centra en su visión del marketing y en Polaroid. Pero recomiendo especialmente su biografía Insistiendo en lo imposible. La vida de Edwin Land, de Victor K. McElheny, que incluye varias citas a las que yo recurro a veces. Una de ellas, que describe muy bien su filosofía y la de este premio, es: “No comiences un proyecto a no ser que sea manifiestamente relevante y prácticamente imposible”. Yo no llegaría tan lejos con lo de imposible, pero lo de relevante es un buen consejo.