La actividad incendiaria es tan compleja que no existe una única forma de gestión exitosa. Desde el Centro de Investigación Forestal de Lourizán, la investigadora Cristina Fernández analiza cómo reducir el riesgo y mejorar la capacidad de recuperación de los paisajes ya quemados.
Al principio de la película O que arde (Oliver Laxe, 2019) el bosque gallego es devorado en una de las imágenes más hermosas y a la vez aterradoras que ha dado el fuego en el cine. Que este laureado film se rodara en Lugo no es casual. Además de ser la cuna de su director, el noroeste peninsular es una de las zonas que soporta año tras año los registros de incendios más graves de Europa.
El abandono rural, las políticas centradas solo en la extinción, la dificultad de recuperación del área quemada, así como el alto componente sociológico del fuego, son algunas de las cuestiones que aborda Cristina Fernández, del Centro de Investigación Forestal de Lourizán (Pontevedra), en los numerosos estudios que ha publicado este año sobre los incendios.
En uno de sus últimos trabajos habla de la resiliencia ante los incendios forestales en el noroeste peninsular. ¿Cómo se consigue y cómo influye en la planificación del territorio para minimizar los efectos del fuego?
Resiliencia en términos generales se define como la capacidad del sistema para reaccionar ante las perturbaciones, los fallos internos y los acontecimientos del entorno, absorbiendo la perturbación o reorganizándose para mantener sus funciones. En el caso de las áreas afectadas por incendios forestales, son resilientes aquellas capaces de minimizar los efectos a través de una adecuada planificación territorial, con un uso eficiente del territorio reduciendo el abandono, fomentando el asociacionismo que reduzca el número de pequeñas parcelas –que hacen muy difícil una gestión eficiente– y a través también de la educación.
¿Qué factores influyen en que Galicia y el norte de Portugal sean las zonas con mayor prevalencia de incendios forestales de Europa?
No hay una respuesta simple a esta pregunta, se debe a la conjunción de diferentes factores. En primer lugar, son áreas con alta productividad donde se originan rápidamente acumulaciones en la cantidad y continuidad de la vegetación. Además, en estas regiones el fuego se ha usado en el ámbito rural de manera inveterada, al igual que ocurre en otras partes del mundo afectadas por el mismo problema. Los incendios tienen en estos lugares raíces de carácter profundamente sociológico, porque más del 95 % son intencionados.
¿Ha mejorado la prevención en ese sentido? Porque habla de la percepción que se tiene y la realidad y que no hay una sola forma de gestión exitosa, si no varias.
En los últimos años se ha ido cambiando de perspectiva sobre el papel del fuego en los ecosistemas. En todos los países afectados por este problema históricamente se centraron los esfuerzos en la extinción y se olvidó el papel ecológico y social que tiene el fuego. La prevención se está enfocando teniendo en cuenta también la presencia y uso del fuego en la gestión de los espacios.
Que la planificación territorial tenga en cuenta el fuego es la clave para favorecer la resiliencia en los sistemas forestales. No se trata de que se deba establecer un tipo de cubierta vegetal u otra, sino de hacer una gestión que minimice el riesgo de incendio y sus efectos.
En otro de sus trabajos plantea una nueva metodología de análisis de incendios a través del satélite Sentinel 2. ¿Cómo se están haciendo actualmente y que novedades aporta esta propuesta?
El uso de los índices espectrales es básico para el análisis de los efectos de los incendios forestales. El sensor MODIS de la plataforma de EFFIS está muy extendido porque ofrece una cobertura global en términos temporales y espaciales. Sin embargo, su resolución impide que se puedan considerar incendios pequeños o áreas dentro de un incendio que no hayan sido quemadas.
En el análisis habitual empleamos Sentinel 2, desarrollado por la Agencia Espacial Europea (ESA) para delimitar el perímetro de las áreas quemadas y el daño en la vegetación porque tiene una mayor resolución que MODIS (20 m frente a 250 m). El papel de la teledetección es fundamental para la planificación de medidas urgentes de restauración, pero son menos eficientes para detectar el nivel de severidad en el suelo.
Cristina Fernández. / Nacho Morán (SINC)
¿Cómo se mide la magnitud y la gravedad de cada uno de ellos?
En el análisis de la gravedad de los incendios, la superficie afectada es solo uno de los aspectos a considerar. El nivel de daño que el fuego causa a los diferentes componentes del ecosistema es lo relevante. La evolución de un incendio forestal no es homogénea y por tanto, sus impactos tampoco. Los incendios causan un mosaico de daño en la vegetación y suelo dependiendo de las condiciones meteorológicas antes y durante el incendio; así como las características del sitio.
¿Cómo influye en la restauración del área quemada?
Para la planificación de las actividades de restauración el análisis de severidad es clave. Por ejemplo, en pinar afectado por un fuego de copa, en el que se produce la combustión total de esta, el banco de semilla disponible como fuente de regeneración natural será mucho menor que en otro similar cuya copa no haya sido afectada por el fuego.
¿Y en la erosión del terreno?
La respuesta hidrológica de los suelos, y por tanto, la susceptibilidad a la escorrentía y erosión también depende del daño del fuego en el suelo. Puede variar desde una pequeña reducción de la cubierta orgánica hasta la completa consunción y total pérdida de agregación cuando el fuego es de rescoldo. Por tanto, se debe analizar la extensión de las áreas afectadas por cada nivel de severidad, así como su conexión dentro y fuera del área quemada, para valorar los impactos que un incendio puede tener.
Otro de los trabajos que ha publicado este año es precisamente sobre los sistemas de mitigación de dicha erosión. ¿Qué diferencias hay entre el acolchado de madera y el de paja?
El Centro de Investigación Forestal de Lourizán, dependiente de la Xunta de Galicia, lleva realizando una investigación específica sobre este tema durante los últimos 15 años. Los resultados sido adoptados de forma oficial desde 2015 por el departamento del gobierno autónomo que gestiona todo lo relativo a los incendios forestales. Una de las consecuencias más terribles de los incendios es el aumento de erosión después del fuego. El trabajo corresponde a un área tratada con acolchado de paja distribuido desde el aire con helicóptero en la provincia de Pontevedra en donde se instaló un dispositivo experimental de monitorización de ese tratamiento hecho a escala operativa.
¿Qué se observó al distribuir este material desde el aire?
Experiencias anteriores habían mostrado que el acolchado de paja agrícola reduce la erosión después de incendio en más de un 90 %, pero también tiene ciertas limitaciones. Una de las más importantes es la posibilidad de ser movilizado en zonas altas y ventosas, por lo que se aplicó en un área similar un acolchado de astilla para comparar su efectividad con el de la paja.
Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales. / MITECO
¿Cuál dio mejor resultado, la paja o las astillas de madera?
Los resultados muestran que aunque la reducción de erosión es buena en el caso del acolchado de madera, se necesita 10 veces más material que en el caso de la paja. Además, ese material tiene que ser aplicado manualmente, lo que limita su uso extensivo. La paja, hasta el momento, se ha mostrado como el material más eficiente en términos coste-beneficio. Es el empleado de forma mayoritaria en todos los tratamientos que la administración autonómica lleva a cabo cuando es necesario mitigar el riesgo hidrológico y de erosivo después de incendio.
En Galicia existe un protocolo de actuación para la mitigación del riesgo hidrológico y erosivo que es único en Europa
¿Qué protocolo se sigue una vez se extingue el incendio?
En Galicia existe un protocolo de actuación para la mitigación del riesgo hidrológico y erosivo que es único en Europa. En él, el análisis de la severidad del incendio constituye una fase crítica, especialmente en lo que se refiera al suelo. En una investigación anterior habíamos desarrollado un índice descriptivo para conocer la cantidad de suelo que se puede perder por erosión.
Otro de sus estudios publicado en 2021 se centra el área mediterránea. ¿Qué conclusiones sacaron en esas 25 parcelas de zonas quemadas que analizaron?
La participación en el proyecto EPYRIS, que es un esfuerzo conjunto de España, Portugal y Francia para la gestión de las áreas quemadas, nos dio la oportunidad de testar si esa clasificación podría ser usada fuera de Galicia. Los muestreos realizados en Nerva (2018), Ávila (2019) y Segovia (2019) revelaron que, al igual que se había observado en Galicia, ese índice refleja bien las alteraciones clave de las propiedades del suelo, que indican la susceptibilidad a la erosión.