La labor de Pep Torres (Barcelona, 1965) como inventor de los artilugios más variopintos, desde una máquina expendedora que hace pedalear al usuario para obtener refrescos o patatas fritas a una caja de cerillas que los niños no pueden abrir, ha pasado a un segundo plano desde que puso en marcha hace dos años el Museo de ideas e Inventos de Barcelona (MIBA). Se trata, según Torres, de un museo único en su género en el mundo, que fomenta la creatividad y la innovación en niños y adultos.
¿Cómo se le ocurrió crear un museo de inventos?
Era un sueño que tenía y que decidí convertir en realidad hace dos años. Es un museo único en su género en el mundo, 100 % privado, lo hemos financiado con dinero de nuestro bolsillo un par de amigos y yo. Por ahora, soy el socio mayoritario, aunque esperamos lograr pronto financiación.
¿Aparte de ver su colección de inventos y las exposiciones temporales qué se hace en el MIBA?
Además del museo propiamente dicho, que tiene unos 50.000 visitantes al año, hemos organizado dos líneas de actividades, una para adultos emprendedores, y un concurso de invención para niños.
¿En qué consisten?
El programa dirigido a adultos se llama Friday Sessions. Todos los viernes por la mañana de 10 a 14 horas recibo a quien me lo pida, previa cita, y hago una consultoría estratégica creativa. Puede ser cualquiera que tenga un proyecto. Durante 45 minutos les asesoro, como hacía con mi empresa de comunicación Stereo-Noise.
¿Está muy solicitado?
Han pasado 250 personas en estos dos años y tengo una lista de espera de 5.000. Ha habido de todo, desde personas que tienen una idea en el papel y quieren saber cómo sacarla adelante, hasta emprendedores que ya han puesto en marcha un proyecto y quieren que funcione; o aquellos que necesitan dar un nuevo rumbo a su negocio. También gente que no sabe cómo patentar un invento. Lo que estamos buscando es que alguna empresa que tenga valores en innovación y creatividad pague una cuota anual para mantener este proyecto. Estamos en conversaciones con varios grupos grandes que han mostrado interés.
¿Puede dar nombres?
No, todavía es confidencial. Probablemente, podamos anunciar alguna novedad en este sentido antes del verano.
¿Y el programa dedicado a los niños?
Es un concurso de inventos que se llama Minimiba, en el que participan niños de entre cinco y doce años, que son muy creativos y tienen la mente fresca. Ellos participan dibujando un invento. En colaboración con la oficina de patentes JIsern y la empresa de prototipos Bermac, hemos formado un comité que elige los tres mejores inventos del mes. El premio para esas ideas es la patente y un prototipo profesional. Nuestra intención es que los niños que vienen al museo y hagan un dibujo tengan un premio con recorrido, no el típico viaje al Disney sino una patente que se pueda explotar.
¿Qué es lo más curioso que han dibujado?
Muy variado porque cada mes nos llegan 400 ideas. En total, en la primera edición recibimos 5.000 dibujos, de los que elegimos 30 ganadores. Van desde un robot que hace los deberes a una lata hexagonal que facilita su almacenaje. El año pasado el ganador fue un niño de once años que dibujó una turbina solar, era un aspa de aerogenerador que llevaba placas solares incorporadas. La idea recibió el máximo galardón en la última feria British Invention Show. El jurado del premio destacó dos aspectos. El primero, que combina la energía solar y la eólica, así que cuando no hay viento puede aprovechar la energía del sol. El segundo, que si se instalan las placas solares en aspas de aeronegenerador, siempre estarán ventiladas y serán más eficientes.
Desde luego es muy buena idea. ¿Este año van a mantener el concurso?
Sí, aunque en esta edición de 2013 solo habrá 10 ganadores al año porque la oficina de patentes nos ha dicho que 30 premios supone demasiada inversión. También estamos organizando un campamento de inventores para el año que viene que combinará ciencia y arte, con un perfil muy renacentista, para niños de entre 7 y 14 años. El objetivo será abrir la mente de los niños, promover el espíritu emprendedor y que se diviertan.
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Además, estamos preparando con escuelas la actividad ‘inventar es divertido’, en la que buscamos un invento que haga sonreír. Hemos hecho un llamamiento a 34.000 escuelas en España y en otros países, como Colombia, México, Inglaterra y Australia. El plazo termina el 30 de abril y en el jurado están Buenafuente, Julia Otero, Lucrecia, Jordi Capella… El año que viene probablemente también incluiremos científicos.
¿Cómo combina todas estas actividades con la tarea de inventor?
Durmiendo poco. Aparte de director del museo y de buscar oportunidades para este proyecto, sigo con mi labor de inventor, que desarrollo fuera del horario de trabajo. Mi último invento, junto con mi compañero Carlos Essmann, ha sido una caja de cerillas con un dispositivo muy sencillo de seguridad que impide que los niños la puedan abrir porque requiere dos movimientos: apretar por los dos lados y luego empujar el cajoncito interior. Ahora, estamos enviando la patente a fosforeras de todo el mundo y posiblemente podamos cerrar una operación importante en Suecia. Confío mucho en este invento, a ver si nos da mucho dinero y puedo tomarme las cosas con un poco más de calma (risas).
Usted mantiene colaboraciones con varios centros tecnológicos y con uno de ellos desarrolló una sábanas ‘afrodisiacas’…
Sí, fue con el Centro tecnológico LEITAT de Tarrasa. Son unas sábanas que contienen microcápsulas con esencia de jazmín. Ahora también estamos en negociaciones con Cetemmsa, con sede en Mataró, un centro tecnológico que hace innovación en el sector textil, con el que queremos llevar a cabo un proyecto conjunto en el museo.
Uno de sus inventos fue una máquina expendedora en la que había que pedalear para conseguir un refresco.
Ese invento fue considerado por Time Magazine como uno de los 50 mejores inventos de 2009, y, recientemente, ha sido puesta al día por la empresa barcelonesa Digalix. La máquina incorpora una gran pantalla multitouch donde el usuario selecciona el producto y, mediante una bicicleta estática, debe pedalear hasta quemar las calorías necesarias para conseguirlo de forma gratuita. La intención es que esta máquina pueda llegar a ser instalada en centros educativos para poder concienciar de la importancia de la práctica del deporte y la dieta equilibrada.
¿Ha cambiado la percepción que se tiene de los inventores o se les sigue viendo como bichos raros?
Hasta hace podo se veía al inventor como un ser solitario, que iba por libre y que estaba todo el día metido en su taller, pero ahora el perfil se ha profesionalizado. Hoy, un inventor es una persona que tiene una idea, pone en marcha un proyecto y lidera un equipo de profesionales. Nuestra misión consiste en tener una visión y ser capaces de inspirar a los que trabajan con nosotros para que cada uno saque lo mejor de sí mismo. Un buen inventor es aquel que sabe rodearse de personas que saben hacer las cosas mejor que él.
¿Tiene contactos con inventores de otras partes del mundo?
Sí, sobre todo con Estados Unidos, Europa y Canadá. Voy a todas las ferias que puedo y he sido jurado en el Britishs Invention Show y en la feria de Pittsburgh. Internet ha acabado con el aislamiento del inventor porque nos da la facilidad de mantener el contacto con miles de personas creativas a las que les apasiona el reto de dar forma a una idea nueva.
¿Qué le gustaría inventar?
La máquina del tiempo, por supuesto.