Entrevista: María Blasco, Directora del Programa de Oncología Molecular del CNIO

“El cáncer es una enfermedad inherente a la vida y al proceso de envejecimiento”

Cuando la bióloga molecular María Blasco oyó hablar por primera vez de los telómeros, unas estructuras en los extremos de los cromosomas que condicionaban que una célula fuese mortal o inmortal, se sintió “absolutamente fascinada” y tuvo claro que quería convertirlo en el centro de sus investigaciones. Para conseguirlo tomó como referentes a tres mujeres: la española Margarita Salas, directora de su tesis doctoral, y las estadounidenses Carol Greider y Elizabeth Blackburn, descubridoras de la telomerasa. Su esfuerzo ha dado fruto y hoy, a sus 41 años, esta alicantina es uno de los científicos que más sabe sobre la relación de los telómeros con el envejecimiento y el cáncer en todo el mundo.

María Blasco
María Blasco

Uno de cada tres de nosotros padecerá cáncer en algún momento de su vida. La cifra asusta…
Sí, porque además es una de las principales causas de muerte. Lo mismo ocurre con las enfermedades cardiovasculares, y en general con todas las enfermedades asociadas al envejecimiento.

Usted es directora del Programa de Oncología Molecular del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). ¿En qué consiste?
Se trata es un programa de investigación básica dentro del CNIO. Esto quiere decir que nuestro objetivo es entender por qué una célula normal se transforma en tumoral, no sólo por el mero conocimiento sino también para identificar nuevas dianas que puedan servir para desarrollar fármacos y terapias contra el cáncer. En otras palabras, identificamos nuevos talones de Aquiles de los tumores que puedan ser utilizados después en la clínica para luchar contra el cáncer.

¿Y cuáles son los principales talones de Aquiles moleculares identificados hasta ahora?
Se cree que hay seis grandes talones de Aquiles del cáncer, y en el CNIO trabajamos al menos en cuatro de ellos. Uno de ellos son los oncogenes, genes que actúan como aceleradores del cáncer y en cuya identificación trabaja el grupo de Mariano Barbacid. Otro de los pilares del cáncer, en el que se centra mi grupo, tiene que ver con la inmortalidad de los tumores. Una de las cosas que tiene que ocurrir para que haya un cáncer es que las células de un tumor pasen de mortales a inmortales, es decir, que no tengan ningún límite en su capacidad de multiplicación.

¿Cómo podría invertirse el proceso y convertir las células cancerosas en mortales?
Se conoce ya cuál es la proteína responsable de esa inmortalidad: la telomerasa, una enzima que protege unas estructuras de los cromosomas llamadas telómeros. A medida que las células envejecen, los telómeros se hacen más y más cortos hasta que las células mueren, pero en las células cancerosas la telomerasa los conserva. Por eso esta enzima es actualmente una de las dianas “estrella” del cáncer. Lo que se está haciendo en estos momentos es desarrollar fármacos para intentar eliminar la telomerasa de un tumor y ver si son eficientes a la hora de frenar su crecimiento.

Precisamente desde que empezó a investigar en EEUU su trabajo se ha centrado en los telómeros.
Así es. El Grupo de Telómeros y Telomerasa que dirijo actualmente contribuyó en el pasado en demostrar que la telomerasa es una buena diana contra el cáncer. En estos momentos estamos tratando de identificar nuevas proteínas que tienen que ver con los telómeros para ver si guardan relación con la aparición de cáncer.

La comunidad científica está contemplando ahora que las células madre más longevas podrían estar detrás de muchos casos de cáncer.
Las células madre adultas son las que regeneran nuestros tejidos y, por lo tanto, las más importantes del organismo. Para hacernos una idea, se ha calculado que cada diez años todas las células de nuestro organismo se regeneran por completo, es decir, somos prácticamente una persona nueva. Hasta ahora toda la investigación del cáncer se ha desarrollado sobre células que no eran células madre, entre otras cosas porque las células madre de muchos tejidos como el pulmón o el hígado no están aún claramente identificadas. En estos momentos lo que se plantea es si una célula madre normal podría convertirse en tumoral y contribuir a regenerar los tumores.

¿Qué importancia tendría una respuesta afirmativa?
Puesto que se trata de células “mágicas”, en el sentido de que tienen mucha capacidad de regeneración, sería muy importante para el cáncer. Y aunque de momento se trata sólo de una hipótesis, es importante averiguar si las terapias que se están utilizando actualmente atacan o no a las células madre. Sabemos que los tratamientos matan a la mayoría de las células del tumor, pero es posible que haya una pequeña población de células resistentes, que podrían ser células madre tumorales, y que son capaces de regenerar los tumores y causar recaídas. Esta posibilidad ha despertado un gran interés. También estamos estudiando el papel de la telomerasa en las células madre, porque nos interesa mucho conocer más sobre su biología y sus propiedades moleculares.

¿En qué medida están relacionados el cáncer y el progresivo envejecimiento de la población?
Están íntimamente relacionados. Por un lado se sabe que el cáncer es una enfermedad que aumenta su incidencia conforme envejecemos. Aunque hay cánceres infantiles, sobre todo de la sangre (leucemias, linfomas,…), la mayor parte de los tumores malignos suelen aparecer a partir de los 50 años. Esto se explica porque para que se forme un tumor hace falta que se alteren muchas cosas en una célula. Y eso supone un proceso que lleva tiempo, ya que de forma natural tenemos mecanismos que nos protegen contra el cáncer. Pero la exposición a tóxicos o el simple decaimiento que sufre nuestro organismo con el paso del tiempo hacen que las células funcionen cada vez peor. Cuando las células que funcionan mal burlan los mecanismos que nos protegen contra el cáncer, en lugar de morir originan tumores. Por eso hay una relación estrecha entre cáncer y envejecimiento.

¿El reto, entonces, es que el aumento de la cantidad de años de vida se acompañe de una mayor calidad de vida?
Sí. Durante los últimos 20 años hemos estado trabajando para entender qué es el cáncer, y ahora hemos entrado en la fase de generar fármacos y discriminar lo que es útil para tratarlo. También se está empezando a trabajar muy activamente en entender qué es el envejecimiento y tratar de “curarlo”, o más bien de retrasarlo. Y uno de los requisitos para alargar la vida será evitar el cáncer.

En ese sentido, eliminar factores de riesgo como el tabaco o la exposición al sol sin protección se ha convertido en uno de los principales caballos de batalla para los expertos en salud…
Por ahí hay que empezar. Eso es lo más fácil de todo, es algo que ya sabemos gracias a estudios epidemiológicos. Se sabe que evitar el consumo de tabaco y alcohol disminuiría mucho la incidencia de cáncer. Pero aunque se eviten los factores de riesgo, siempre va a haber casos de cáncer porque es una enfermedad inherente a la vida y al proceso de envejecimiento. La investigación no hará desaparecer el cáncer, pero si podrá evitar que un tumor mate a una persona. El cáncer se convertirá en una enfermedad crónica.

En España cada vez es más clara la tendencia a crear centros de investigación temáticos, como es el caso del CNIO para el estudio del cáncer. ¿Qué importancia tienen estos centros?
El CNIO, y también otros como el CNIC (Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares), el CRG (Centro de Regulación Genómica) o el CIPF (Centro de Investigación Príncipe Felipe), tienen la peculiaridad de que, además de temáticos, son centros flexibles, que actúan como fundaciones, y esto les confiere cierta autonomía para atraer y reclutar científicos buenos y darles apoyo con una garantía de investigación de calidad. En el caso concreto del cáncer, que es una de las causas de muerte más importantes de la sociedad española, era imprescindible contar con un centro temático. En ese sentido lo que falta en España, que otros países sí tienen, es un centro de investigación del envejecimiento, que es sin duda uno de los temas estrella de la “ciencia de siglo XXI”.

Fuente: SINC
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