En 1987 se celebró en Nueva York la reunión anual de marzo o March meeting de la Sociedad Americana de Física, uno de los congresos más importantes del siglo XX sobre materiales superconductores. Este es el escenario que la comunicadora Eva Quintanilla (Salamanca, 1979) introduce en su primera novela para contar una historia donde conviven las relaciones humanas con la ciencia.
¿Cómo surge la idea de su primera novela?
Hace unos años dos familiares físicos me hablaron del Woodstock de la física, que es como se conoce al congreso de marzo (March meeting) de 1987 organizado por la Sociedad Americana de Física. En aquella edición se acaban de descubrir los materiales superconductores a alta temperatura y la importancia del hallazgo hizo que se desbordaran todas las previsiones de asistencia. La imagen de un montón de científicos hacinados, sentados en pasillos y rellanos, movidos solamente por el deseo de formar parte de un momento trascendental para su comunidad, me fascinó. Pensé que sería un escenario estupendo para una historia de amor, y la idea se quedó en mi cerebro.
¿Y cómo evolucionó la creación de March meeting?
No volví a pensar en ello hasta años más tarde, cuando se me ocurrieron las dos historias entrelazadas que tienen como telón de fondo ese congreso. Una vez encontrado el argumento, fue muy importante el proceso de documentación. Me gusta pensar que March meeting son en realidad tres relatos igual de importantes: una reflexión sobre las relaciones entre madre e hija en la adolescencia, una historia de amor juvenil y un texto de divulgación científica. Lo más largo de todo fue la publicación. Casi había optado por autogestionar la edición en internet, pero tuve la inmensa suerte de que al final se interesara por mi novela KRK Ediciones, que ha hecho una edición con ilustraciones.
¿Fue fácil formarse en conceptos como la superconductividad y la física cuántica?
Desde el primer momento mi intención fue que la ciencia fuera una parte muy cuidada del texto. Pasé bastante tiempo buceando por Wikipedia y blogs divulgativos sin ningún objetivo concreto, saltando de un concepto a otro: superconductores, física cuántica, partículas, materia, estados de la materia... Más que ‘fácil’, fue ‘divertido’. No hay nada más placentero que aprender cosas cuando nadie te va a examinar. Es verdad que hay conceptos muy abstractos que requieren cierto esfuerzo, sobre todo si eres una persona ‘de letras’ como yo, pero solo hace falta tiempo y curiosidad. Puede ser igual de placentero entender la importancia de los superconductores que leer novela histórica bien ambientada.
¿Las relaciones entre partículas tienen algo en común con las de las personas?
A nivel metafórico, desde luego. Juego con esos símiles durante todo el libro. Cada vez que, documentándome, descubría un comportamiento peculiar de las partículas a nivel cuántico, volvía sobre lo escrito y trataba, en un modo u otro, de hacer algún guiño a ese comportamiento en la actitud de mis personajes.
¿La ficción ayuda a comunicar la ciencia?
Sin lugar a dudas. Mucha gente que ha leído March meeting me ha comentado que se sentía identificada con el personaje de Sarah, que al principio interrumpe constantemente el relato de su madre porque no le interesa la ciencia. Pero esa misma gente me ha dicho que al acabar de leer la novela se han ido a Google a buscar más información sobre superconductores. Creo en el poder movilizador de la ficción, mucho más propensa a generar sentimientos que otras formas de comunicación. Para muchas personas una buena novela o película es una forma de aprender o reflexionar sobre cualquier tema de forma más accesible que un ensayo o una conferencia.
Su novela es un cuento moderno para jóvenes. ¿No están un poco alejados de la ciencia?
No lo creo. En televisión, por ejemplo, el medio que más gente arrastra, existen comedias de éxito con personajes científicos, como The Big Bang Theory, y las últimas series policiacas tienen un barniz científico. También hay otros libros que mezclan ciencia y amor, como Quantic Love, camisetas donde se lee Brainy is the new sexy, y hasta el bosón de Higgs abrió los telediarios. Creo que la ciencia gusta y está de moda, aunque ese interés es a un nivel muy superficial. El siguiente paso es confiar en la ciencia e intentar tener nuestro propio criterio sobre las cosas. Por muy ‘de letras’ que seamos, decir que la ciencia no va con nosotros debería darnos la misma vergüenza que reconocer que no sabemos quién pintó las Meninas.
La protagonista de su novela y usted han pasado una estancia en el extranjero para luego volver. ¿Es optimista sobre el futuro de la ciencia en España?
Creo que mi experiencia con una beca Erasmus, o la de mi protagonista con su doctorado, es extremadamente enriquecedor, pero esto no es comparable con quien se va a buscar trabajo fuera porque aquí no le ofrecen oportunidades que se correspondan con su formación. Si quienes se van ahora volvieran años después con nuevas ideas y contactos internacionales, sería fantástico para la ciencia española, porque la ciencia debe ser global e interconectada. Pero soy pesimista. En ciencia, y en cualquier trabajo, si has hecho tus contactos profesionales fuera, tu carrera está fuera. Mucho me temo que perderemos una generación de científicos y no sé cómo se puede recuperar de eso un país.