Hace una semana el IPCC publicó su sexto informe donde alertaba de que los impactos de la crisis climática son globales y más intensos de lo que se creía. Jofre Carnicer, uno de los autores españoles del trabajo, advierte que, para superar este reto “mayúsculo”, en los próximos 20 años se necesitan cambios no solo en los gobiernos, sino también en nuestros comportamientos de consumo, cultura y hábitos de vida.
Unos 270 expertos de 67 países han participado en el último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés), entre ellos el español Jofre Carnicer, profesor de ecología de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona e investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).
El trabajo, resultado de la revisión de 34.000 estudios científicos sobre la crisis climática, ha revelado que más de 3.300 millones de personas ya son vulnerables a los efectos del aumento de la temperatura. Además, al centrarse en los impactos, la adaptación y la vulnerabilidad, los autores destacan que existen muchas desigualdades entre regiones.
En el caso de Europa, donde Carnicer ha analizado los impactos y riesgos futuros del cambio climático en los ecosistemas terrestres europeos, la zona más afectada es la cuenca del Mediterráneo, sobre todo la ribera sur.
Casi la mitad de la humanidad es vulnerable al cambio climático. ¿De qué manera se reflejan los impactos climáticos en nuestro continente?
Con las olas de calor se produce un impacto en la salud humana en Europa, pero también en la mortalidad y morbilidad, sobre todo en algunos grupos sociales como ancianos, niños, recién nacidos, personas con ciertas patologías, etc. Todos ellos serán más sensibles a problemas de calor extremo. Pero esto no es más que un ejemplo.
En general, los impactos del cambio climático tienden a ser negativos, en especial en la zona del sur de la cuenca mediterránea donde la gente tiene vulnerabilidades de diferentes tipos. Además de la salud, están la inseguridad alimentaria, la gestión de plantas energéticas y problemas de sobrecalentamiento de sistemas de refrigeración, el turismo, los recursos básicos, los sectores agrícolas y ganaderos, etc.
¿Qué zonas son las más vulnerables?
Hay una multiplicidad de impactos y se están produciendo en todo el mundo. Una de las zonas más vulnerables del planeta es África central. Pero en Europa también se dan esos impactos, en especial en el Mediterráneo, donde las consecuencias son más acusadas.
El informe destaca justamente que se aprecian en función de si se está en el sur o el norte de la cuenca mediterráneo…
Sí, este es un dato muy relevante que ha iluminado el informe, donde se hace una revisión cuantitativa de los indicadores de sostenibilidad que abarcan desde la pobreza, la calidad de la educación, la complejidad de los sistemas sanitarios, los usos del agua, los temas de violencia asociados a género o los de gobernanza y conflicto…
Hay unas asimetrías muy notables en la cuenca del Mediterráneo, donde los países del sur tienen indicadores asociados a una mayor vulnerabilidad al cambio climático. Está muy demostrado el hecho de que, para un mismo efecto, la crisis climática impacta más intensamente en los territorios con menos capacidad de protección en recursos básicos como es la alimentación, la sanidad, etc.
Los impactos del cambio climático se suelen asociar al deshielo de los glaciares, el aumento del nivel del mar o las sequías, entre otros. Pero la seguridad alimentaria también afecta ya a miles de personas. ¿De qué manera?
Es lo que llamamos riesgos complejos, es decir, que no solo hay impactos directos climáticos, sino que hay riesgos complejos donde el incremento, por ejemplo de olas de calor, de lluvias muy intensas o la combinación de ambas, tiene un nuevo impacto en la producción de alimentos. Y esto a su vez afecta a la salud humana o la nutrición en muchas zonas del mundo. Hay una muy fuerte interdependencia entre estos impactos climáticos y aspectos sociales de riesgos que hasta ahora no éramos tan conscientes que estaban muy estrechamente vinculados al cambio climático, como la seguridad alimentaria.
¿Ese es uno de los aspectos que más os ha sorprendido en los resultados de vuestro análisis?
Hay una cierta continuidad entre estos resultados y los de hace seis años, pero quizás un efecto remarcable es que vemos que hay más evidencia científica y que los riesgos asociados al cambio climático son mayores respecto a la última evaluación. De eso se deriva una llamada a la acción urgente y transformativa, especialmente en el campo de las emisiones de CO2, que son un factor causal de primer grado a este problema.
Teniendo en cuenta la cantidad de estudios científicos que habéis revisado –unos 34.000–, ¿cuáles son los factores que bloquean una acción climática más efectiva?
Es un problema muy bien documentado. Realmente las acciones que hay que emprender, tanto en mitigación como en adaptación, representan cambios estructurales muy importantes en múltiples sectores de nuestra sociedad: descarbonizar o reconvertir el sistema energético, el de transporte, reducir las emisiones de todos los sistemas industriales y cambiar todos los estilos de vida y de trabajo de miles de personas.
¿Es realmente posible?
El tema ya está en la agenda política y se están aprobando medidas, pero todavía son muy incipientes y hay barreras claras de financiación o institucionales por la complejidad y la magnitud del reto. También hay falta de experiencia y conocimiento porque es la primera vez que nuestra sociedad abarca un reto como este.
Tenemos una ventana muy corta para la acción de unos 20 años y la profundidad de los cambios es muy transversal y compleja. Sí se están dando pasos, pero habrá que redoblar los esfuerzos para intentar acercarnos al máximo a unos impactos y a unas reducciones de emisiones que sean un poco consistentes y con efectos significativos en mejorar la trayectoria de la política climática de nuestras sociedades.
El compromiso es de todos, incluso nuestro, como ciudadanos…
Sí, ante este reto mayúsculo hay que considerar acciones a todos los niveles (gubernamentales, nacionales, locales y municipales o individuales). Cualquier acción por pequeña que sea pone un grano de arena y nos conduce, sin duda, hacia escenarios climáticos más favorables. Es un reto multiacción desde gobiernos, instituciones locales, asociaciones de la sociedad civil, hasta nuestros comportamientos de consumo, cultura y hábitos de vida.
Otro dato que nos puede dar algo de luz es que los compromisos y la actividad se han renovado. Por ejemplo, las trayectorias con las obligaciones internacionales que teníamos de mitigación nos llevaban hace tres años a un escenario de alrededor de 3,2 ºC de aumento de la temperatura media global, mientras que hoy si cumplimos los compromisos (que han aumentado) estaríamos en un escenario de 2,9 ºC. Aunque es todavía insuficiente y con un alto riesgo, hay pequeños avances en el compromiso y la acción. El mensaje es que cualquier acción es significante.
¿Entonces las medidas sí están funcionando?
Sí, pesar de que son limitados se están haciendo muchos cambios. Soy un poco prudente sobre todo para no trasladar el mensaje de que no hay avances, porque sí los hay, aunque son insuficientes. En cuanto a los factores que impiden estos cambios, estos son muy complejos porque son intrínsecos de las personas. Pero también son estructurales, como el de transportes que se ha creado en cientos de años. Revertir esto en una escala temporal corta es difícil. Y no podemos tener todas las respuestas. Hay que estar años y años para llegar a entender estos fenómenos.
Pero al final el tiempo que falta para que estos impactos no sean irreversibles es muy corto. ¿Qué proponen desde el IPCC?
Bueno, los datos son muy claros. Hay que reducir las emisiones globales en esta década al 45 o 50 % y llegar en 30 años a sociedades totalmente transformadas con emisiones neutras. Estos son los objetivos.
Cuanto más nos acerquemos con pequeñas y grandes acciones, mejor clima habrá para las generaciones futuras. Hay que llegar hasta donde se pueda aunque la ventana temporal sea estrecha. Y ya veremos cuál es el resultado de estos esfuerzos. La dificultad del reto no nos debe llevar en ningún caso a la inacción.
Sin embargo, en el informe sí se dice claramente que, a pesar de los esfuerzos, ciertos impactos ya son irreversibles. ¿Cómo se entiendo esto?
Es difícil. El clima es un sistema complejo y tiene varios elementos, no solo la subida de la temperatura atmosférica, también tiene otros procesos como el deshielo o el calentamiento de los sistemas marinos. Los procesos de cambio global tienen distintas velocidades y grados de reversibilidad. Por ejemplo, reduciendo fuertemente las emisiones de gases de efecto invernadero en las siguientes décadas podemos estabilizar la temperatura, pero hay otros componentes del sistema climático que tienen una inercia mucho más grande y que seguirán incrementándose a gran escala centenares de años.
Esto es así porque del calentamiento que se produce cada año por el aumento del CO2 en la atmósfera más del 91 % se almacena en los océanos. Debido a los procesos de calentamiento del océano y los que están asociados al deshielo vamos a tener dinámicas de centenares de años.
¿Cómo se define entonces esa irreversibilidad en términos climáticos?
Básicamente depende de la escala temporal de la alteración que se produce, en nuestro caso son 200 años de una gran emisión de CO2 asociados a la revolución industrial. Cuando vemos respuestas que tienen una escala temporal superior a estos 100 o 200 años, hablamos de irreversibilidad. Es el caso de todas las basadas en el deshielo y la criósfera.
Es una idea que es compleja de trasladar a la sociedad. Hay algunos componentes del cambio climático, como la temperatura, que son reversibles si actuamos eficazmente y con decisión, pero la subida del nivel del mar va a seguir centenares de años.
El aumento de la temperatura es reversible si actuamos, pero la subida del nivel del mar va a seguir centenares de años
Igualmente se puede actuar sobre estos procesos ¿verdad?
Sí, en los impactos que tengan dinámicas irreversibles también hay una ventana de acción y podemos contribuir para tener escenarios climáticamente más favorables. Y todo ello se conseguirá si reducimos mucho las emisiones de gases de efecto invernadero. Así conseguiríamos una menor frecuencia de olas de calor, temperaturas extremas que afectan a la salud humana o a la seguridad alimentaria. Está en nuestras manos.