Ana Martínez admite que nuestro sistema científico tiene deficiencias, pero su mensaje es positivo. A la vez, esta investigadora del Instituto de Química Médica (CSIC) y experta en la enfermedad de Alzheimer reclama menos cortoplacismo en las políticas de I+D y más recursos. Hace años que investiga para dar con el fármaco que pueda curar o retrasar esta enfermedad. Una actividad que compagina con la de divulgar la ciencia a la ciudadanía. Su libro El Alzheimer, es un ejemplo de su afán divulgador.
Afirmas en tu libro que la enfermedad de Alzheimer afecta al cerebro de los pacientes y al corazón de las familias. ¿Conoce nuestra sociedad la problemática de esta enfermedad?
Apoyos siempre faltan, pero creo que cada vez es más conocida. Al estar envejeciendo paulatinamente nuestra población, el número de pacientes está aumentando tanto que ya es raro la familia que no tiene algún miembro o allegado afectado. De unos años a esta parte he notado que la gente conoce la palabra alzhéimer, aunque probablemente hasta que no te toca de cerca no sabes cómo afrontarlo ni los recursos de los que dispones. Siempre digo que si alguien se ve afectado, debe buscar ayuda. Hay asociaciones de pacientes en ciudades y barrios, y a través de ellas puede encontrarse información útil para el día a día.
A veces será necesario el apoyo psicológico para los familiares...
Sí, bien por parte de terapeutas expertos o bien hablando con alguien que tenga el mismo problema y pueda aconsejar. Cuando estás criando niños pequeños conviene relacionarse con gente que los tenga de la misma edad, porque intercambias recetas que funcionan. Esto es lo mismo. Al fin y al cabo se trata de cuidar a una persona de mucha más edad que tú, que en muchos casos es tu padre o tu madre. De repente, te conviertes en su cuidador y por eso no sabemos cómo afrontarlo. Es muy duro ver que se olvidan de ti, pero igual que a un ciego no le puedes decir que lea un libro, a un paciente de alzhéimer no le puedes preguntar ‘¿quién soy?’ porque no te puede reconocer aunque quiera.
En el libro reflejas que esta enfermedad tiene un gran impacto social.
Sí. Cuando pienso en las ayudas a la familia que tiene nuestro país y lo que se dedica a la investigación veo que no guarda relación, por ejemplo, con lo invertido en EE UU. Allí hay otro modelo de familia, probablemente más desestructurada que la de tipo mediterráneo, como la nuestra, y cuando llegas a mayor es el Estado el que se ocupa de ti, que ha tenido que crear instituciones para estos pacientes y sabe lo caro que sale, quizás por eso haya destinado más inversión en este tipo de investigación. Quizá aquí no invertimos tanto en investigación porque las familias españolas suplen mucho al Estado. El Informe Internacional de Alzheimer 2013 recomienda a todos los países que se multiplique por tres la inversión para la investigación de esta enfermedad, porque si no somos capaces de aliviar toda la sintomatología que produce se va a convertir en una pandemia del siglo XXI.
Se trata además de una enfermedad muy ligada a países desarrollados...
Sí, el mayor factor de riesgo para esta patología es cumplir años, y además aumenta de manera exponencial. Según diferentes estadísticas podemos encontrarnos con una variación que va entre el 0,5 y el 5% para los mayores de 65 años, pero que se dispara desde el 30 al 60% en los mayores de 85. En España a principios del siglo XX nuestra esperanza de vida media, según el Instituto Nacional de Estadística, estaba en 40 años. Terminamos el siglo teniendo una esperanza de vida de unos 78 años. Y ahora estamos en los 83. Además las mujeres son las más afectadas y no se ha descubierto nada que vaya asociado al cromosoma X, que es el que nos diferenciaría sexualmente. Tenemos mayor esperanza de vida, por tanto, como hay más mujeres con más años, tienen más posibilidad de tener la enfermedad. No se ha encontrado ninguna otra explicación.
No se conocen las causas del alzhéimer, pero sí hablas en el libro de varios factores de riesgo, al margen de la edad, a evitar.
Envejecer es algo que no está de moda. Queremos ser jóvenes eternamente, pero cada día que pasa somos un día más viejos y no pasa nada. Las versiones mejoradas de todos los programas son las más avanzadas; nos tenemos que ir mejorando y ver eso no como una pérdida sino como una ganancia. Ahora bien, debemos conocer cómo es el envejecimiento. Y podemos combatir en alguna medida el alzhéimer envejeciendo saludablemente, mientras no conozcamos otras causas. Durante nuestra vida, el cerebro está sometido a factores de riesgo y a otros protectores. Si somos capaces de identificar los primeros, podremos eliminar alguno. Si además aumentamos los factores protectores, incrementaremos lo que se llama la reserva cognitiva, de modo que si se produce un cortocircuito neuronal y poseemos una reserva cognitiva amplia, tendremos creados otros circuitos neuronales que ocuparán su lugar, y paliaremos o retrasaremos la aparición de los síntomas.
¿De qué alimentos estamos hablando?
Legumbres, cítricos, tomates, kiwis... Además, para que funcione la neurona tenemos ciertos neurotransmisores que tienen aminoácidos como el triptófano, que podemos encontrar en el chocolate. También los frutos secos son buenos.
En el libro explicas que no hay evidencias de que pese el factor genético.
Evidencias hay en solo un 5% de los casos. Realmente en el alzhéimer hablamos de un 95% esporádico y un 5% hereditario, que es muy poco. Mucha gente cree que porque su padre o su madre lo hayan sufrido lo va a tener también. No tiene por qué. Ahora se lee mucho que ya se puede diagnosticar si vas a padecer esta enfermedad, pero no sé si esto tiene mucha utilidad si no tenemos un fármaco eficaz y además el estrés lo puede acelerar.
O sea que el hecho de vivir con miedo a heredar el alzhéimer podría repercutir negativamente...
Obviamente. Hay que envejecer saludablemente y esto significa no solamente una buena alimentación sino también, para aumentar la reserva cognitiva, relacionarse socialmente, tener un carácter optimista, paz espiritual y también realizar ejercicio suave y moderado. Además hay que estimular el cerebro intelectualmente, con la lectura, haciendo crucigramas, sudokus... Esas actividades son muy buenas para aumentar la reserva cognitiva.
¿Eres optimista respecto a las posibilidades de encontrar el fármaco que cure esta enfermedad?
Ha habido muchos avances, pero parecen insuficientes porque lo que la sociedad y los pacientes desean es tener ya, en la farmacia, algo que realmente cure o frene la enfermedad. Se ha investigado en rutas moleculares y en lo que se ha llamado la hipótesis amiloideo la hipótesis tau; y no deberíamos perder la esperanza de encontrar un nuevo fármaco, sino que deberíamos reinterpretar los resultados obtenidos y ver por qué hemos fallado hasta ahora. Soy optimista porque creo que hemos aprendido una realidad: las enfermedades complejas como el alzhéimer no tienen una solución sencilla; hace falta la colaboración de muchos grupos de investigación para desarrollar terapias multifuncionales o combinaciones de fármacos con diferentes mecanismos de acción.
¿Está suficientemente valorada en España la actividad de divulgar la ciencia?
No. No solamente no está valorada sino que muchas veces está denostada por parte de la comunidad científica. Puede ser un punto negativo para ti. Yo, como evaluadora de proyectos científicos de alto nivel, los puntúo mucho mejor cuando soy capaz de entenderlos, me hablen de lo que me hablen. Se nos está pidiendo un esfuerzo a los científicos para que seamos claros, precisos y sepamos definir bien nuestro trabajo.
Al hablar de las relaciones entre ciencia y sociedad, las encuestas señalan que los españoles valoran positivamente a los científicos pero nuestro nivel de cultura en ciencia es inferior al de otros países. ¿Tienes alguna explicación?
Entiendo que será proporcional a la inversión que se hace en investigación. También hay menos investigadores que en otras sociedades donde está mucho más considerada desde el punto de vista político y tiene una inversión mayor. Ya no solo es una percepción de la sociedad sino también política. Yo diría que una parte de nuestros dirigentes son sensibles, pero realmente estamos haciendo muchísimo gasto en otras cosas que no son investigación, cuando nuestro futuro pasa por fortalecerla. Creo que la falta de cultura es proporcional a la falta de inversión y apuesta real por la investigación.
¿Así que para superar esa situación y conseguir un mayor nivel cultural en materia científica habría que aumentar la inversión?
Sí, y debería ser algo constante, un pacto de Estado. La investigación no es un proyecto cortoplacista. No puede ser que cada cuatro años estemos cambiando de estrategia porque eso marea, altera, cansa y desmotiva a los propios investigadores. Tienen que ser proyectos a largo plazo, consensuados, y debe haber una política estable. Yo mi vida la he dedicado a la investigación y estoy orgullosa de ello, pero siempre me he sentido como un objeto de adorno. No hay una política estable en las políticas de investigación y por tanto la inversión que se hace es a trompicones, y hay personal muy cualificado que se queda a medio camino sin financiación y después tiene que reubicarse. Si ahora quieres un resultado de una investigación, tienes que haber invertido durante los 10 años anteriores.