Los emperadores romanos solían veranear en la ciudad de Baia, cerca de Nápoles, pero con el paso del tiempo gran parte de sus lujosas villas quedaron sumergidas bajo el mar. Ahora investigadores italianos y españoles han aplicado técnicas de microscopia y geoquímicas para confirmar que los mármoles que pavimentaban sus edificios procedían de Carrara y otras canteras de Turquía y Grecia, una información valiosa para arqueólogos e historiadores.