Hasta ahora, conocer la longevidad del pez más grande del mundo, protagonista de #Cienciaalobestia, era todo un misterio. La presencia de carbono-14 procedente de las explosiones nucleares que se realizaron durante la Guerra Fría en sus anillos de crecimiento ha permitido determinar su edad.
Hasta ahora se pensaba que la primera explosión que desencadenó el accidente de Chernóbil se debió a un escape de vapor de agua, pero ahora científicos suecos apuntan que fue un chorro de partículas radiactivas las que salieron antes disparadas a gran altura. Después, en menos de tres segundos, ocurrió la explosión de vapor que rompió el reactor, emitiendo nuevas partículas pero a alturas más bajas.
La cantidad de uranio-236 en las aguas situadas entre la Riviera italiana y Córcega excede en un factor de 2,5 los valores esperados en esta zona del Mediterráneo, según los análisis realizados por investigadores del Centro Nacional de Aceleradores. Los autores desconocen el motivo, pero apuntan a la planta de reprocesamiento de combustible nuclear de Marcoule (Francia), a las operaciones rutinarias de otras instalaciones nucleares y al accidente de Chernobyl como posibles causas.
Este 11 de marzo se cumplen cinco años de uno de los mayores accidentes nucleares de la historia, el de la central japonesa de Fukushima. Por una fatídica coincidencia de causas naturales y fallos humanos, algunos de sus reactores explotaron, liberando altas dosis de radiactividad. Tras la catástrofe aumentaron en todo el mundo las medidas de seguridad en estas instalaciones, pero su huella ha cambiado la vida de miles de personas y tardará décadas en borrarse del medio ambiente.
Investigadores de la Universidad de Sevilla y el Centro Nacional de Aceleradores han puesto a punto una metodología para aplicar la espectrometría gamma, una técnica que permite determinar varios radionúclidos a la vez, en las denominadas industrias NORM. Los materiales de estas industrias, como la del fosfato o del petróleo, se caracterizan por tener productos radiactivos naturales.
Las larvas de la mariposa Zizeeria maha que han ingerido hojas expuestas a radiactividad tras el accidente nuclear de Japón en 2011 son más propensas a sufrir anomalías y muerte temprana, según científicos nipones.
Plancha fotográfica de Becquerel mostrando los efectos de la radiactividad. / Wikipedia
Niveles excesivos de radón –un gas radiactivo natural– están relacionados con un mayor riesgo de sufrir cáncer de pulmón. Investigadores de la UNED y del Consejo de Seguridad Nuclear han elaborado el primer mapa que, basado en mediciones en viviendas, utiliza métodos estadísticos para delimitar las zonas con mayor riesgo de exposición a este gas en la península. Estas regiones se localizan, sobre todo, en la parte occidental.
Actividad del 90Sr (Bq/m3) en aguas superficiales de la costa este de Japón. / Buesseler et al.
Investigadores del Centro Nacional de Aceleradores en Sevilla han detectado en esta ciudad trazas de yodo radiactivo procedente de las plantas de reprocesamiento de combustible nuclear de La Hague (Francia) y Sellafield (Reino Unido). Las muestras se tomaron en agua de lluvia entre 2005 y 2008. Las cantidades detectadas no son relevantes desde el punto de vista de protección radiológica.