Los gruñidos, ladridos, llamadas de copulación e incluso las charlas de los babuinos comprenden al menos cinco sonidos parecidos a las vocales del habla humana. Así lo confirma una investigación que ha analizado más de 1.300 vocalizaciones de estos primates, así como la anatomía de su tracto vocal y la lengua. Los resultados indican que el lenguaje hablado pudo evolucionar desde el último ancestro común entre humanos y babuinos.
Todos los rasgos de exclusividad que el ser humano se atribuía a sí mismo han ido cayendo: el uso de herramientas, la empatía, la autoconciencia… En su último libro, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?, Frans de Waal descubre al lector un abanico de conductas animales que empujan a concluir que, quizás, la cognición humana tampoco sea única.
Tener una vida social activa y positiva es una tarea esencial para los humanos que, en las últimas etapas de la vida, se vuelve más selectiva. Un nuevo estudio revela que algunos primates, como los monos de Gibraltar (Macaca sylvanus), también restringen sus interacciones con otros animales al hacerse mayores: se relacionan con menos compañeros –sobre todo con los que ya conocen– y no se atreven a descubrir nuevas actividades. A pesar de ello, los macacos más jóvenes se aseguran de que sigan integrados en el grupo.
La cría de chimpancé nacida en 2011 en Tanzania era más pequeña de lo normal, no tenía suficiente fuerza en las piernas, sufría un trastorno similar al síndrome de Down y no podía andar ni comer por sí sola. A pesar de estas minusvalías, su madre y su hermana mayor nunca la abandonaron hasta que murió a los 23 meses de edad. Es la primera vez que se documenta un caso así en chimpancés que viven en estado salvaje. Ellas protagonizan nuestra sección de #Cienciaalobestia.
Reconstrucción del cerebro de Victoriapithecus macinnesi / Fred Spoor (Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology)
El análisis con rayos X de la calavera de Victoriaphitecus maccinesi, el fósil más antiguo de los monos del Viejo Mundo, revela que esta especie tenía un cerebro pequeño pero más complejo de lo que se creía, especialmente por el tamaño de su bulbo olfativo. Este hallazgo refuerza la hipótesis de que el cerebro de los primates primero aumentó su complejidad y luego su tamaño.
Científicos de diversas instituciones inglesas han descubierto que los chimpancés tienen los mismos tipos de sonrisas que los seres humanos. Además, la flexibilidad en los músculos de sus caras les permite sonreír sin emitir sonidos, o variar sus gestos según el rol social que hayan estableciendo.
Científicos de Argentina y Estados Unidos han descubierto en Perú los fósiles de primate más antiguos del continente americano conocidos hasta la fecha, con 35 millones de años. Los restos de este animal son iguales a otros hallados en Libia, lo que sugiere que el origen de los monos de Sudamérica es africano.
Una amplia revisión de estudios sobre la moral de primates y otros animales prueba que las especies cuyos individuos cooperan entre sí son muy sensibles ante las desigualdades. Los monos capuchinos, por ejemplo, se rebelan cuando reciben un premio menos sabroso que el del compañero. Solo los humanos y algunos primates, como los chimpancés, somos capaces de quejarnos si el reparto es injusto para el prójimo; y lo hacemos para evitar futuros conflictos.
Investigadores del Instituto de Biología Evolutiva y del Centro Nacional de Análisis Genómico participan en un consorcio internacional que ha secuenciado el genoma del gibón (Hylobatidae), el último simio en ser secuenciado. El estudio de estos primates proporciona pistas para la investigación en salud humana.