Las incrustaciones en una ureilita descubierta en Sudán son un misterio. Hace dos años se postuló que su origen solo podía estar en un cuerpo padre desaparecido del sistema solar, más grande que Mercurio, sometido a altas presiones. Ahora científicos italianos concluyen que este preciado material se pudo formar en pequeños planetesimales.
En el disco de escombros que ha quedado tras la explosión de una estrella, convertida ahora en una pequeña enana blanca, ha permanecido el resto de un antiguo planeta. Este planetesimal orbita dentro de lo que fue el radio original de su ‘sol’ y seguramente ha perdurado gracias a su riqueza en metales pesados, como el hierro y el níquel.