Hace 116 años, el explorador noruego Roald Amundsen fue la primera persona en llegar al Polo Sur convirtiendo a la Antártida en uno de los últimos espacios colonizados por el ser humano. Desde entonces, la presencia humana ha ido aumentando en el continente helado, por lo que ha crecido el impacto ambiental. Un equipo de científicos ha trazado por primera vez el plano completo del paso del hombre por toda la extensión de la Antártida para estudiar las consecuencias medioambientales.
Un índice, basado en la diversidad y abundancia de rasgos de las especies para responder ante amenazas, permite medir la capacidad de un bosque para hacer frente a perturbaciones naturales, ya sean incendios, sequías o derribos por viento. Al aplicarlo en los distintos tipos de bosques de la península ibérica, los científicos observaron que los bosques mixtos y los formados por especies no nativas resisten mejor que otras formaciones forestales.
Tras la erupción del volcán submarino de El Hierro en las islas Canarias, el ecosistema marino se vio alterado por una perturbación significativa en las propiedades físico-químicas del agua. Un estudio, publicado en PLoS ONE, demuestra que, durante los tres meses siguientes a la erupción, la biodiversidad en el agua se redujo pero la comunidad bacteriana aumentó de actividad y abundancia produciendo un cambio en la composición de las especies.