Tras 50 años de existencia como parque nacional, las marismas de Doñana se enfrentan a nuevas y viejas amenazas. El acuífero, lugar de cría y de paso para miles de aves europeas, es especialmente sensible a la crisis climática, a la subida del nivel del mar y a la descompensación por los cambios en los periodos de lluvia y sequía.
Las marismas atenúan la energía de las olas y actúan como barreras naturales contra los fenómenos climáticos de alta energía. Por esa razón, la restauración de marismas actualmente ocupadas puede ser una estrategia de adaptación rentable para contrarrestar los efectos del aumento del nivel del mar. Esta es una de las conclusiones de una investigación liderada por la Universidad del País Vasco, que establece en menos de 10 años el tiempo que varias marismas del Cantábrico oriental tardaron en regenerarse.
Un estudio publicado esta semana en Nature señala que la gran capacidad de los ecosistemas marismeños para absorber CO2 se incrementará en la primera mitad de este siglo y después caerá a partir de 2050. La razón, según el trabajo, se debe a que estos ambientes solo pueden sobrevivir a tasas moderadas de aumento del nivel del mar.