Desde hace años, muchas investigaciones han analizado la compleja relación entre lo que comemos y nuestra capacidad de vivir cada vez más. Un estudio en ratones publicado en Nature indica que los genes pueden tener un papel más importante en la longevidad que el ayuno y la restricción calórica.
Un nuevo estudio matemático liderado por investigadores españoles confirma que la esperanza de vida ha aumentado en las últimas décadas en todo el mundo. Si bien cada vez hay menos diferencia entre ellas y ellos, los autores creen que esta discrepancia se mantendrá.
La deficiencia de esta molécula producida en nuestro organismo puede ser un factor impulsor del envejecimiento. Así lo afirma un estudio de la Universidad de Columbia (EE UU) que ha evaluado el efecto de la taurina sobre la salud y la esperanza de vida en varios modelos animales.
Científicos de un centro de investigación de Pekín (China) aportan nuevos datos que vinculan la forma de organización social de algunas especies con su longevidad. Entre los casi mil animales estudiados, se encuentran el elefante africano, el lémur de cola anillada o el murciélago de herradura.
Una campaña en una calle de Portland (EEUU), que ha promovido la plantación durante 30 años, permite demostrar a los científicos que existe una asociación con la reducción de la mortalidad. Asimismo, el efecto es más pronunciado a medida que la arboleda crece y envejece.
El Dog Aging Project es la ambiciosa iniciativa que busca desentrañar los misterios del envejecimiento canino. A través de análisis genéticos y el seguimiento a decenas de miles de estos animales domésticos, pretende ayudar a las mascotas a tener vidas más largas y saludables.
Para conocer la edad humana de nuestra mascota lo habitual es multiplicar por siete sus años, pero el cálculo es más complejo de lo que imaginamos, según los expertos de un macroproyecto que estudia el envejecimiento canino. La secuenciación de los genomas de 10.000 canes, protagonistas del #Cienciaalobestia, darán respuestas sobre su longevidad en función de tamaños y razas.
Un estudio de genómica comparada, el más grande realizado hasta la fecha, ha permitido identificar más de 2.000 genes vinculados a la longevidad humana gracias a la información genética y fenotípica de 57 especies de mamíferos. El trabajo abre la puerta al desarrollo de nuevas dianas terapéuticas para tratar enfermedades relacionadas con el envejecimiento humano.
El biólogo vegetal Sergi Munné-Bosch, de la Universidad de Barcelona, señala en un artículo que aunque los signos de senescencia en los árboles longevos pueden ser casi imperceptibles, esto no significa que sean inmortales.
Un estudio de la Universidad de Córdoba ha comprobado como los ambientes más competitivos obligan a los ciervos a producir cornamentas mayores, con el coste energético y de longevidad que conlleva.