Un equipo internacional de químicos y criminólogos ha creado una metodología que permite relacionar, a partir de restos de perfume, prendas de ropa que han estado en contacto. Su nivel de precisión hace factible extraer trazas con un margen de varios días, incluso cuando estas se han tocado durante apenas diez segundos.
La técnica de la microtomografía computarizada, ampliamente utilizada en el estudio del registro fósil, se puede aplicar en el campo de la antropología forense para establecer el sexo de las personas fallecidas. La investigadora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, Cecilia García Campos, lidera un trabajo en el que al aplicar esta metodología se obtiene una fiabilidad cercana al 100%.
Investigadores de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid han utilizado redes neuronales profundas para saber si un manuscrito ha sido escrito por un hombre o una mujer o si los autores son zurdos o diestros. Los resultados abren nuevas posibilidades en campos como la investigación forense y la interacción entre personas y ordenadores.
Un equipo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, en Burgos, ha reconstruido el esmalte desgastado de molares inferiores mediante una técnica más precisa fácilmente exportable a otros elementos anatómicos. Se podrá aplicar tanto a poblaciones humanas modernas, como al registro fósil y las ciencias forenses.
Imagina que una mujer ha sufrido una agresión sexual y la policía científica detecta restos mezclados de semen, orina y fluidos vaginales en su ropa. Para casos como este, investigadores de la Universidad de Alcalá han desarrollado una técnica química y de imágenes hiperespectrales infrarrojas que permite distinguir estos tres fluidos corporales en tejidos de algodón, de tal forma que se puede localizar la zona donde está el semen y extraer ahí el ADN del agresor.
Potasio del ojo para determinar la hora de la muerte, espectroscopios para analizar venenos, pólenes para delatar al asesino y ADN para sacar a un inocente de la cárcel. Estas son algunas de las herramientas de la ciencia forense que el químico José Miguel Mulet (Denia, 1973) explica en su último libro La ciencia en la sombra, donde desvela los secretos de los crímenes más célebres de la historia, como los de Jack el Destripador, y algunos muy conocidos en nuestro país.
En 1985 se encontró una extraña momia de un niño inca semienterrada y congelada en la montaña del Aconcagua (Argentina). Ahora, un equipo de la Universidad de Santiago de Compostela ha conseguido extraer y secuenciar el genoma del ADN mitocondrial procedente de una biopsia de pulmón de esta momia. Los resultados indican que el niño perteneció a una población genética que compartía un ancestro común no identificado previamente en nativos americanos modernos.
Conseguir una valoración integral del maltrato desde el punto de vista de la pericia médica ha sido un objetivo reiteradamente perseguido en los casos de violencia doméstica. En el departamento de Toxicología y Legislación Sanitaria de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) se ha desarrollado una escala de valoración de la calidad de los partes de lesiones que se utilizan en los casos de violencia sobre la mujer.
Investigadores de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) han desarrollado una metodología para detectar en una hora los residuos de disparo. La técnica, basada en el uso de ablación laser y espectrometría de masas, puede facilitar la labor de la policía científica.
Con frecuencia, el único material biológico disponible para realizar identificaciones de personas o encontrar relaciones de parentesco es un ADN en estado muy degradado. En estos casos, los kits utilizados no arrojan un resultado positivo, ya que no se encuentra disponible todo el ADN. Ahora, Adrián Odriozola, bioquímico en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) ha desarrollado una herramienta para identificar personas mediante estos pequeños fragmentos de DNA.