A unos días de la celebración de la Cumbre Rio+20 en Brasil, cerca de 40 científicos han escrito una carta en la revista Science para reivindicar el valor de los desiertos, que cubren el 17% de la superficie terrestre. Para Mar Cano, una de las autoras del escrito e investigadora en la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA/CSIC), la conservación de especies es crucial para un desarrollo sostenible.
Han pasado veinte años desde la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro. ¿Cuál es su balance personal?
No es negativo, pero tampoco positivo. Salen decisiones que de palabra y de determinación están muy bien, pero que a la hora de hacer efectivas las resoluciones o las voluntades, van muy despacio. No acaban de cuajar o no hay medios suficientes para que todo lo que se recomienda se pueda efectuar. El reconocimiento del problema existe pero falta financiación.
Si es un problema de financiación, ¿por qué los países del primer mundo no actúan de forma más determinante?
Precisamente, en el caso de las emisiones de CO2 a la atmósfera, son estos países los que no acatan las propias decisiones de estas cumbres. Los problemas son muchos. Al principio todo el mundo se apunta y está de acuerdo en que hay que solucionarlos. Pero a la hora de la práctica no está bien organizado. En mi opinión, el funcionamiento de estas cumbres es mucho más político que técnico o científico.
Uno de los grandes olvidados son los desiertos…
Sí, los desiertos se han infravalorado porque se considera que la biomasa es pobre y la fauna, en consecuencia, también. Mientras, en otros ecosistemas, como los bosques, se han determinado puntos de calientes de biodiversidad y se ha invertido más en investigación para conocer la fauna y protegerla. En este sentido se han aunado muchos esfuerzos y la situación ha mejorado en muchos lugares. En el trabajo de Science intentamos demostrar que los desiertos son también puntos calientes de biodiversidad. Tanto por la población humana que en ellos vive, como por la fauna que se conservaría invirtiendo más en ciencia, pretendemos que en la Cumbre Rio+20 salga un apoyo más decisivo sobre su conservación.
¿Por qué se ha producido siempre ese ‘abandono’?
En los últimos 40 o 50 años, en el Sáhara y alrededores se han iniciado trabajos de exploración e incluso se han conseguido zonas protegidas. Sin embargo, en comparación con las zonas de bosque se ha hecho muy poco, y volvemos al tema de la financiación porque en estas áreas es aún mayor el desconocimiento.
¿Por qué son tan vulnerables?
En parte porque sin financiación los equipos de investigación sobre los desiertos aportan muchos menos recursos humanos al ser numéricamente inferiores. Pero estamos contentos porque el 6 de marzo de este año se consiguió la declaración de la Reserva Nacional de Termit & Tin Toumma en Níger, de 97.000 km² (el mismo tamaño que Hungría) en el desierto del Sáhara. La reserva es la mayor área protegida de África. Pero ahora falta poner los medios para que la conservación pueda ser efectiva.
España también comprende zonas áridas. ¿Qué se está haciendo al respeto?
Aparte del desierto de los Monegros, también está el de Tabernas (Almería), pero son desiertos a pequeña escala, en un país europeo donde las subvenciones de la Unión Europea y de la Directiva Hábitat local quedan excluidas. Ejemplo de ello son los estudios y la conservación de especies que viven en Europa, como las gacelas. Las subvenciones europeas van dirigidas a especies endémicas europeas y, en este caso, las gacelas son africanas y se consideran exóticas.
Los desiertos españoles actúan entonces como centros de conservación de especies africanas.
En los primeros años de la Estación Experimental de Zonas Áridas llegaron siete antílopes mohor, cuando se sabía que el animal estaba extinguido en estado salvaje, no se conocía nada de él y no se tenía experiencia en cautividad. En ese momento intentamos conocer esta especie, poner a punto técnicas de manejo y de alimentación, y, al fin y al cabo, que no muriera. Ahora se ha ampliado el número de animales y de especies, hay programas de cría en cautividad en colaboración con muchos más centros de investigación y programas de reintroducción en África.
¿Cree que en la Cumbre Rio+20 se darán pasos esperanzadores para los desiertos y que podrán convertirse en un objetivo de protección y contribuir a la ‘Economía verde’?
Me siento esperanzada, sobre todo, con la necesidad de apoyar un desarrollo sostenible en la zona, que es seguramente la de más hambruna del planeta. Esta hambruna es relativamente reciente por la falta de lluvia y de recursos naturales porque una sequía afecta duramente al ganado vacuno, mientras que la fauna autóctona, como la gacela, muy abundante en el Sáhara en años anteriores, daba para alimentar de proteínas a la población local y se adapta mejor a la aridez. No sé si lo veré porque ya me estoy haciendo mayor, pero la recuperación de la fauna autóctona en números que permitan su aprovechamiento para las poblaciones locales sería importante para combatir la hambruna de la zona del Sáhara.