Una investigación llevada a cabo por expertos de varios centros catalanes supone un nuevo avance sobre las bases genéticas del comportamiento agresivo en la especie humana. El trabajo también revela una base genética compartida entre la agresividad de niños y adultos y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y entre la agresividad en adultos y la depresión severa.
Los niños con autismo muestran un funcionamiento sensorial atípico. Los estímulos táctiles u olfativos intensos pueden parecer como no percibidos o al contrario: un sonido o un olor sutil puede provocarles un fuerte malestar. Ahora, un estudio de investigadoras españolas ha desvelado que el modo en el que los niños con este trastrorno responden a estos estímulos contribuye al nivel de estrés de las madres.
No todos los contenidos se transmiten de la misma forma por las redes sociales y nuestro cerebro influye en la decisión de compartir o no un artículo en internet. Una investigación de la Universidad de Pensilvania ha detectado las claves para predecir la viralidad de un contenido en la red según la actividad cerebral del lector.
Investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid están estudiando cómo crear un sistema que recree la conducta humana. Esta tecnología podría aplicarse para prevenir comportamientos en crisis socioeconómicas, crear robots más 'humanos' o desarrollar avatares de inteligencia artificial casi indistinguibles a los que representan a las personas.
Un estudio de dos investigadoras confirma lo que muchos dueños de perros ya sabían: que son celosos. En su experimento, los animales se molestaban más cuando el dueño acariciaba un perro de peluche que si se trataba de otro objeto. Según ellas, su trabajo prueba que los celos no son una construcción social humana, ligada solo a las relaciones románticas. Han podido desarrollarse como estrategia para reforzar los vínculos sociales frente a extraños.
Investigadores de la Universidad de Murcia han estudiado los cambios en el cerebro que se asocian con la impulsividad, un rasgo de la personalidad que provoca dificultades para inhibir la respuesta ante un estímulo y predispone a reacciones no planeadas sin tener en cuenta sus consecuencias negativas. Estos patrones pueden servir como marcador para anticipar el riesgo de problemas conductuales.
Investigadores de la UNED y de la Universidad Estatal de Arizona (EE UU) han propuesto una nueva teoría para explicar las bases de las conductas obsesivas o los tics. Hasta ahora se pensaba que los mecanismos que originan estas acciones poco tenían que ver con los que provocan comportamientos como comer o dormir, que generan una recompensa. Sin embargo, este estudio, en ratas, concluye que ambos tipos de comportamientos sí están relacionados.
¿Han intentado alguna vez cazar una mosca con la mano? ¿O parar un remate como lo hace Víctor Valdés? Ambas cosas son difíciles. La mosca tiene neuronas especializadas que detectan objetos que se acercan, y generan un reflejo. Muchas especies, como por ejemplo insectos, pájaros o mamíferos, tienen este tipo de neuronas. Los humanos también las tenemos para evitar colisiones o coger objetos en movimiento como pelotas de fútbol. A pesar de que estas neuronas cumplen las mismas funciones, no estaba claro si funcionaban del mismo modo en especies diferentes.
“No es el divorcio en sí lo que puede provocar problemas a los niños. Es el divorcio unido a un conflicto interparental, una falta de coparentalidad, un clima familiar inadecuado…”. Son palabras de Priscila Comino, investigadora de la Facultad de Psicología de la UPV/EHU.
Un estudio de la Universidad del País Vasco revela que algunos ratones adoptan una estrategia activa ante situaciones de estrés, tratando de afrontar el problema; otros, en cambio, adoptan una actitud pasiva.