En los años 70 el cangrejo rojo americano fue introducido en Badajoz y en los arrozales de Isla Mayor en Sevilla, procedentes de EE UU. Desde entonces, ambos grupos, diferenciados genéticamente, se han extendido por España y Portugal de manera independiente, como demuestra un estudio genético que describe la historia de su invasión, mediada sobre todo por el ser humano.
Las larvas de anfibios de los humedales del parque de Doñana no reconocen al cangrejo rojo americano como un depredador potencial a pesar de que llevan 35 años conviviendo, según un estudio realizado por investigadores de la Estación Biológica de Doñana. Los autores apuntan el "grave riesgo" que esto supone para dichas especies, que pueden tardar entre 80 y 200 años en reconocer las señales químicas de la nueva amenaza.