Un estudio ha descubierto que las ballenas jorobadas macho, protagonistas esta semana del #Cienciaalobestia, pueden aprender cantos increíblemente complejos de sus semejantes de otras zonas. Esto indica que el aprendizaje de dichos sonidos entre estos cetáceos es similar al de los humanos. Los autores enfatizan cómo tener una comprensión profunda de esta especie ayuda a mejorar su conservación.
Aunque se ha detectado la presencia de microplásticos en todos los ecosistemas marinos, calcular la cantidad a la que se exponen grandes mamíferos como las ballenas, protagonistas del #Cienciaalobestia, no es tarea fácil. Un nuevo estudio ha estimado a través de sus heces el número de compuestos de los que se alimentan: 21 microfragmentos de plástico por cada seis gramos de excremento.
Hasta ahora, se había subestimado la capacidad de ingerir alimentos de estos colosos marinos y, por tanto, también se había infravalorado la cantidad de heces que expulsan, que son una importante fuente de nutrientes en los océanos. La recuperación de estos animales a los niveles anteriores a su caza industrial podría restaurar la función oceánica perdida y ayudar a frenar el cambio climático, según destaca un estudio de la Universidad de Stanford.
Con las imágenes de los satélites y la ayuda de la inteligencia artificial, investigadores de las universidades de Granada y Almería han creado un software libre y gratuito que localiza y cuenta ballenas en los océanos de una manera más precisa y barata que con otras metodologías. El avance ayudará a evaluar y proteger mejor las poblaciones de estos cetáceos.
La técnica para identificar y contar ballenas se basa en las imágenes de los satélites y la inteligencia artificial. / UGR
El rorcual común, la segunda ballena más grande del mundo detrás de la ballena azul, ha aumentado su población en las costas catalanas, donde los ejemplares han encontrado un núcleo importante para alimentarse. El incremento de zooplacton debido al cambio climático ha permitido el aumento de ballenas, consideradas los grandes sumideros de CO2 de los mares.
Las vasijas de cerámica halladas en un yacimiento de Lekeitio en el País Vasco se emplearon efectivamente para almacenar aceite de ballena, que posiblemente podría pertenecer a ballenas del género Balaenoptera, entre otras. Así lo demuestra el análisis de residuos orgánicos preservados en las muestras arqueológicas. El trabajo muestra así las costumbres y tradiciones de los pescadores de ballena de la costa vizcaína durante los siglos XVI y XVII.
Los primeros cetáceos pasaban tiempo tanto en el agua como en la tierra y su sistema auditivo era más parecido al de sus parientes terrestres –como cerdos, hipopótamos y camellos– que al de las ballenas actuales. Así lo asegura una nueva investigación, que ha analizado restos fósiles de 45 millones de años de antigüedad. Según los científicos, la especialización de la audición infrasónica o ultrasónica, tal como se observa en las especies modernas, evolucionó cuando se volvieron totalmente acuáticas.