Elizabeth Bugie Gregory descubrió la estreptomicina. / Wearbeard
Para evitar la expansión de una bacteria que amenaza a olivos, almendros, viñas y otros árboles mediterráneos, la Comisión Europea ordenó erradicar todas las plantas en riesgo de contagio localizadas a menos de 100 metros de una infectada. Pero ahora científicos del CSIC han comprobado que las cigarrillas que llevan el patógeno avanzan más de 2 km en un mes, así que se está replanteando la medida.
Un nuevo estudio, liderado por investigadores del CSIC, identifica distintos grupos de bacterias que la madre transfiere a su hijo durante la gestación asociados a la dieta. La fibra, la proteína vegetal y los ácidos omega-3 ejercen un efecto significativo sobre el microbioma del bebé y contribuyen al desarrollo infantil en los primeros meses.
Los virus y bacterias se suelen detectar mediante test basados en sus datos genéticos, pero en el futuro se podrían identificar de otra manera: por sus vibraciones. Usando sensores optomecánicos, investigadores del CSIC han logrado medir la frecuencia de resonancia de una sola bacteria, una información muy valiosa para conocer sus características y el tipo al que pertenece.
Seguir una dieta mediterránea durante un año potencia los tipos de bacterias intestinales relacionadas con el freno de la fragilidad y el declive cognitivo en las personas mayores, al tiempo que reduce las asociadas a la inflamación, según indica un estudio realizado en cinco países.
Un nuevo estudio identifica los mecanismos que permiten a la bacteria de transmisión sexual Mycoplasma genitalium persistir en condiciones en que la disponibilidad de metales es muy limitada, una circunstancia a la que ha de enfrentarse al infectar a los humanos. El descubrimiento permitirá desarrollar terapias contra este patógeno, que afecta al tracto urogenital y se está volviendo resistente a los antibióticos.
Un equipo internacional de investigadores ha comprobado el potencial de la gentamicina C1a y la apramicina como antibióticos de uso clínico. El estudio se ha publicado en Scientific Reports. Cada año mueren en Europa cerca de 33.000 personas por infecciones resistentes a estos fármacos.
Hacía más de cinco siglos que no llovía en el corazón hiperárido del desierto de Atacama (Chile) pero lo ha hecho en los últimos tres años, probablemente por los efectos del cambio climático. Como consecuencia se ha producido la devastación de su comunidad bacteriana adaptada a la sequía, un suceso que científicos españoles han analizado para estudiar si algo parecido pudo ocurrir en Marte.
La bacteria Xylella fastidiosa causa la muerte de más de 350 especies diferentes de vegetales entre los que destacan la vid, el almendro y el olivo. La transmisión de este patógeno desde plantas enfermas a sanas está mediada por insectos vectores. Para frenar la expansión de la enfermedad, un equipo de investigadoras ha diseñado una técnica molecular capaz de detectar ADN del vector en el tracto digestivo de artrópodos, lo que revelaría los potenciales depredadores.
La bacteria Xylella fastidiosa ha devastado ya millones de cultivos a su paso por América. En Europa, donde ha aparecido hace poco, ya ha causado pérdidas entre los olivos mediterráneos. Un equipo de científicos, con colaboración española, ha desarrollado un sistema de análisis aéreo mediante drones para identificar el patógeno antes de que aparezcan los síntomas visibles de la enfermedad.