Los expertos han sospechado durante mucho tiempo que el aumento del consumo de alimentos procesados en los últimos 50 años es uno de los principales impulsores de la actual epidemia de obesidad. Dada la complejidad de estudiar los hábitos alimenticios, hasta ahora ha sido difícil establecer una conexión directa.
Un reciente trabajo, coordinado por la Universidad Autónoma de Madrid, ha demostrado que los adultos mayores con un alto consumo de azúcares añadidos en su dieta tienen más riesgo de desarrollar fragilidad, que se traduce en un mayor número de caídas, más discapacidad, institucionalización y muerte prematura. Los resultados se basan en una muestra representativa de casi 2.000 personas de más de 60 años.
En 2002, la Autoridad Alimentaria Nacional Sueca publicó un estudio en el que por primera vez se informaba de que la acrilamida, un contaminante, se encontraba presente en algunos alimentos comunes ricos en almidón cuando se cocinaban a altas temperaturas. Se trata de un elemento residual que se puede encontrar en alimentos procesados como las galletas, los cereales de desayuno o las patatas fritas y puede afectar a la salud. Instituciones y empresas europeas del sector han formado un consorcio para reducir la presencia de esta y otras sustancias químicas de alimentos procesados. Entre ellos, está el CSIC y el grupo Siro, única empresa española participante, a través de su centro i+dea de El Espinar (Segovia).