Dos nuevos terremotos han vuelto a sacudir Turquía en la noche de ayer. A la vista de estas réplicas y de los efectos tan catastróficos de estos fenómenos, cabe preguntarse por qué la ciencia no es capaz de saber cuándo y en qué lugar se producirán. Las nuevas técnicas de procesamiento masivo de datos mejoran la prevención sismológica, pero sigue siendo un desafío predecirlos.
El seísmo, de magnitud 7,8, ha tenido lugar en la falla de Anatolia oriental, afectando al sur de Asia Menor. Los autoridades turcas y sirias han contabilizado inicialmente centenares de fallecidos, pero los expertos estiman una cifra final de miles de muertos.
Los síntomas de 43 de los 70 fallecidos tras los ataques en Duma el pasado sábado son compatibles con la exposición a sustancias tóxicas. La OMS recuerda a las partes involucradas en la guerra siria que el uso de armas químicas está prohibido y exige un acceso inmediato al área afectada para atender a los afectados, más de 500 pacientes.
Imágenes de satélite del río Yarmuk, que forma la frontera entre Siria y Jordania, muestran los efectos de la crisis de los refugiados sobre las reservas de agua. Al dejar de regarse las tierras de labranza y cesar las actividades ganaderas sirias, se ha incrementado de forma involuntaria el flujo de agua del río en zona jordana.
La dolorosa incertidumbre de los refugiados, atrapados en los campos y acorralados en una espera eterna, no ha doblegado a los gobiernos anfitriones que son reticentes a que entren en sus sociedades. La ayuda humanitaria se ha convertido en una solución temporal a un problema permanente: la duración media de la estancia en un campamento es ahora de unos 17 años. Científicos de todo el mundo han detectado las debilidades de los sistemas de ayuda y ponen sus investigaciones a disposición de las pequeñas y grandes agencias para mejorar la coordinación del trabajo sobre el terreno.
Icono pop de la ciencia, padre de la física moderna y ‘la persona del siglo’ según la revista Time. Son numerosos los clichés para referirse a Albert Einstein, pero pocos saben que un año después de abandonar su país a finales de 1932 impulsó en EEUU la creación de una rama de la Asociación Internacional de Socorro. Su motivación: apoyar a los europeos a escapar, como él, del nazismo.
El pasado 13 de noviembre, una serie de ataques terroristas perpetrados en París acabaron con la vida de 129 personas, a los que se suman cientos de heridos, dejando a la capital francesa en estado de shock. Esta acción abominable del yihadismo internacional es un atentado contra nuestros sistemas democráticos y de defensa de las libertades y los derechos individuales. Francia, España y sus aliados han sentido los ataques como un asalto a los principios y los valores que defendemos y se han apresurado a reaccionar, pero esta respuesta debe ser prudente y conforme al Derecho Internacional para ser efectiva en el largo plazo.
Alrededor de medio millón de personas llegarán a la Unión Europea a lo largo de este año, procedentes de países en conflicto. Ante la actual presión migratoria, los estados europeos están adoptando políticas reactivas y no han sabido adoptar posiciones comunes suficientemente coherentes y con visión de futuro. Entre las diferentes medidas que urge tomar está afrontar las raíces del problema, consiguiendo acuerdos entre los estados que apoyan a las partes enfrentadas en los conflictos.
Juan Pedro Monferre, catedrático de estudios árabes e islámicos de la Universidad de Córdoba, ha recuperado una hoja de un códice médico árabe del siglo XV o XVI en caracteres siriaco-arameos, de los pocos que se conocen y con gran valor patrimonial, que fue expoliado en la guerra civil Siria. Su equipo de investigación ha comenzado un estudio para determinar su origen y alertar de la pérdida y destrucción de manuscritos en estos conflictos.