Investigadores de la Universidad de Huelva han logrado mejorar la producción de microalgas con el uso de desechos agroindustriales en su alimentación. Además, han aumentado la eficiencia y reducido los costes para la producción de carburantes sostenibles a partir de estos organismos.
Un equipo de la Universidad de Málaga ha desarrollado un software que pronostica el nivel de llenado de los depósitos de desechos y calcula los recorridos de vaciado en función de las necesidades. El sistema determina cuáles hay que vaciar cada día y así reducir en un 20 % la distancia recorrida por camiones de recogida, además de generar itinerarios un 33,2 % más cortos que los utilizados hasta ahora.
Investigadores del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación han logrado extraer pectina, un espesante natural, a partir de productos resultantes de la extracción industrial del zumo de naranja. Los resultados podrían ayudar a reducir el impacto ambiental de residuos.
Cuando finalizan su vida útil las espumas de poliuretano, como las que llevan las neveras y los automóviles, se podrían reutilizar potencialmente en matrices de yeso, según las pruebas que han realizado investigadores de la Universidad de Burgos. De esta forma se transformaría un residuo perjudicial para el medio ambiente en un material de construcción.
Por primera vez en el mundo, investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia han obtenido un hormigón celular, ligero y aislante en el que el 85% de sus materiales son residuos. Para fabricarlo se usa papel de aluminio doméstico, cenizas de cáscara de arroz y residuos procedentes de la fabricación de hierro o de la obtención de combustibles.
Un estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Sevilla pone de manifiesto que el actual sistema de gestión de residuos urbanos en Andalucía no se adapta a los criterios europeos, lo que supone un obstáculo al cumplimiento de los objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que se han marcado España en su conjunto.
Los invertebrados carroñeros que comen huesos de ballenas muertas llevan microorganismos simbióticos que también colaboran en su descomposición. Ahora investigadores del CSIC van a estudiar el genoma y las enzimas de estos microorganismos para tratar de revalorizar los residuos generados en las industrias cárnica y avícola.
Un equipo de investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales ha analizado en minas abandonadas cómo el arsénico, el plomo, el zinc o el cobre, que tienden a quedar retenidos y estables al asociarse con el óxido de hierro, acaban siendo transportados, por lo que pueden contaminar zonas alejadas de los focos de emisión de contaminantes. La unión de estos componentes al óxido de hierro y de este a la arcilla hace que estos elementos químicos se movilicen fácilmente. De este modo, es difícil saber dónde pueden terminar estas sustancias químicas peligrosas.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han ideado un método para mejorar el aislamiento y absorción de los materiales de construcción utilizando un residuo vegetal: huesos de aceituna carbonizados. Este desecho de la producción de aceite de oliva también aumenta las propiedades térmicas y acústicas de los materiales.
El compostaje aprovecha los residuos orgánicos que se producen cada día para convertirlos en abono. Pero, aunque este proceso aporta numerosas ventajas ambientales, también se crean compuestos orgánicos volátiles que emiten una gran cantidad de olores ofensivos. Un equipo de la Universidad de Córdoba ha desarrollado un nuevo método para evaluar el impacto oloroso que supone el compostaje.