En su nuevo libro Copyright's Broken Promise, este activista canadiense plantea una reforma de la ley de derechos de autor que garantice tanto el acceso abierto universal a la investigación, como una compensación equitativa para los editores de revistas científicas.
La investigación es cada vez más digital, compleja y cara; sin embargo, los precios de las revistas científicas suben cada año muy por encima del IPC. En Europa, muchos piensan que es el momento de romper el ‘abrazo mortal’ que ahoga la producción del conocimiento, y proponen un cambio radical en la forma de hacer ciencia y difundir sus resultados. Su mayor barrera es el modelo tradicional, rentable para las grandes editoriales académicas.
El biólogo celular estadounidense Randy Schekman (Minnesota, 1948) ganó en 2013 el Nobel de Medicina. Aprovechó la ocasión para criticar duramente la burocracia científica y el sesgo en las publicaciones más populares, movidas por intereses comerciales. Schekman continúa en esta lucha a la vez que avanza con sus estudios en los que busca explorar nuevas áreas “a mi propio ritmo, siguiendo mi propia intuición”.
Potenciar la publicación de artículos científicos de alta calidad, en acceso abierto, con un coste bajo y mediante un proceso editorial gestionado exclusivamente por investigadores del mundo académico. Este es el objetivo principal de Chemistry Squared (Chem2), la primera revista científica impulsada por la asociación Science2, una entidad sin ánimo de lucro creada en la Universidad de Barcelona.
Científicos del IDIBELL y del Instituto Sanger de Reino Unido elaboran un catálogo de 1.000 tumores con sus alteraciones y sensibilidades a medicamentos. Los resultados, publicados en la revista Cell, han facilitado un mapa integral de las lesiones epigenéticas y genéticas de los tumores humanos que servirá para predecir respuestas a un amplio repertorio de fármacos oncológicos.
Recibir un premio Nobel científico pasa hoy por publicar en grandes revistas especializadas, como Nature o Science. Ahora, muchas de las más grandes y prestigiosas editoriales privadas ofrecen información en abierto sin coste para el lector: es el autor quien paga. Sin embargo, otras publican en acceso abierto, sin costes para unos ni otros, y consiguen similares índices de impacto para la comunidad científica sin perder de vista la vocación pública.
Los artículos originales sobre la teoría de la relatividad, el telegrama con el anuncio del Premio Nobel de Física, sus conferencias, los escritos de juventud o las cartas de amor a su mujer son algunos de los escritos de Albert Einstein que ya se pueden consultaren una web de acceso abierto que acaba de presentar la Universidad de Princeton.
¿Quién teme a la revisión por pares? Así comienza un artículo que publica esta semana la revista Science protagonizado por John Bohannon, biólogo, periodista, bailarín y científico de la Universidad de Harvard. Bohannon explica cómo un trabajo ficticio enviado a varias publicaciones de acceso abierto fue aceptado en más de 150 revistas, un tercio de ellas con sede en la India.
Jason Priem lidera el proyecto ImpactStory que permite a los usuarios comprobar la repercusión de una amplia gama de resultados de investigación a través de su sitio web (impactstory.org). Priem habla esta semana en la revista Nature de una nueva era de la comunicación científica, donde el poder de la web para difundir y filtrar dicha información se hará más evidente.
Para que un estudio sea reconocido por la comunidad científica tiene que aparecer en una revista de impacto. Hasta ahora las instituciones públicas financiaban investigaciones y después tenían que volver a comprar el resultado a los editores de las revistas. Para acabar con esto, investigadores, bibliotecas y responsables públicos llevan años desarrollando el movimiento 'open access'.