En el océano Atlántico se produce una redistribución de calor del sur al norte que se conoce como circulación meridiana del Atlántico. Una investigación internacional en la que participa la Universidad Complutense de Madrid demuestra nuevas evidencias de una disminución del 15% de este fenómeno con respecto a los registros del siglo XX. El cambio climático antropogénico es el principal sospechoso de este debilitamiento que puede tener efectos importantes, especialmente en el clima europeo.
Investigadores brasileños han identificado una nueva especie de pez trambollo en el archipiélago carioca de Trinidad y Martín Vaz en el océano Atlántico. Es una especie endémica que solo se puede encontrar en este conjunto de islas debido a su lejanía con la costa.
Un equipo internacional de investigadores se embarcará el 13 de octubre en Tenerife a bordo del buque de investigación británico, James Cook, para explorar los corales de aguas profundas del Océano Atlántico Ecuatorial. La expedición científica llegará a su destino final, Trinidad, a finales de noviembre de este año.
El océano Atlántico almacena un 13% más de dióxido de carbono antropogénico (el generado por la actividad humana) de lo que se pensaba hasta la fecha. Es la conclusión de un estudio internacional en el que han participado investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que concluye que la cantidad de CO2 antropogénico presente en el Atlántico es de 54 gigatoneladas, en lugar de las 47 estimadas hasta ahora (cada gigatonelada son 1015 gramos). Es decir, que las mediciones obtenidas a finales del siglo XX estaban un 13% subestimadas. La investigación, que se enmarca en el proyecto CARBOOCEAN de la Unión Europea, se publica en la revista Biogeosciences.
Una tesis doctoral realizada por Gema Martínez-Méndez, investigadora del Institut de Ciència i Tecnología Ambientals (ICTA) de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) sobre la corriente de Agulhas, que transporta aguas cálidas desde el Océano Índico tropical hacia el extremo sur de África, aporta, por primera vez, evidencias a favor de la hipótesis que las fugas de aguas de esta corriente hacia el Atlántico pueden afectar al clima en Europa. Los datos oceánicos actuales no han permitido verificar hasta ahora si la conexión entre la Corriente de Agulhas alrededor de Sudáfrica y el clima europeo existe en realidad. La investigadora del ICTA ha sido premiada por sus aportaciones en la última reunión de la American Geophysical Union (AGU).