A partir del 5 de agosto Brasil, el país más afectado por el zika, acogerá los juegos olímpicos a pesar de meses de críticas y dudas. Los expertos en salud pública advierten a las delegaciones deportivas y al medio millón de personas que viajarán al país latinoamericano que el riesgo de infección por virus del Zika es 15 veces menor que por el dengue.
Imaginemos la siguiente situación. Finales de los 100 metros en los Juegos Olímpicos de Londres. Gana el jamaicano Usain Bolt. Hasta aquí nada insólito, salvo porque el corredor volvería a batir su propio récord, esta vez en 9,48 segundos. Según investigadores neozelandeses, esa sería su marca con un viento a favor de dos metros por segundo (velocidad máxima permitida) y a 999 metros de altitud. Seguramente, este récord tendrá que esperar porque la altitud de Londres es de 24 metros. Lo que está claro según los científicos es que las condiciones ambientales afectan, y mucho, al rendimiento deportivo.
A partir de los datos de los últimos cinco juegos olímpicos, una investigación de la Universidad del Oeste de Australia identifica a los atletas con asma e hiperreactividad de las vías respiratorias. Con una prevalencia de alrededor del 8%, son las dolencias crónicas más padecidas por los deportistas olímpicos y podrían estar relacionadas con el entrenamiento intensivo.
El Centro de Estudios Olímpicos de la Universidad Autónoma de Barcelona (CEO–UAB), además de documentar eventos deportivos, colabora desde su fundación (1989) con el Comité Olímpico Internacional en redes sociales, difusión, legado de los Juegos y el denominado Movimiento Olímpico. Emilio Fernández Peña, su director, nos explica la repercusión mediática de unos juegos como los de Londres.
El impacto económico de las olimpiadas ha sido desigual en los países en los que se han celebrado. Según el Centro de Estudios Olímpicos de la Universidad Autónoma de Barcelona, los juegos en la Ciudad Condal, hace 20 años, fueron un caso de éxito rotundo e incomparable. Pero no siempre es así.