El científico más famoso del mundo pasó más de media vida sentado junto a sensores y microprocesadores que le permitían relacionarse, escribir libros y dar conferencias con su tan reconocible sintetizador de voz. Toda esta tecnología tuvo que evolucionar conforme la enfermedad del físico se agravaba.
Intel ha sido criticado por haberse dormido en los laureles de la era PC y llegar tarde a la revolución de los dispositivos móviles. Pero ahora, el mayor fabricante de microprocesadores del mundo parece listo para dar la batalla, gracias a su potente maquinaria de I+D, que incluye una red de 30 laboratorios repartidos por todo el mundo –uno de ellos en Barcelona–. En estos centros se cocinan las arquitecturas en las que se basan los nuevos chips que Intel quiere llevar a smartphones, tabletas, sistemas híbridos y hasta las prendas de vestir.