El 26 de abril de 1986 se produjo el accidente nuclear más grave de la historia, en el reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil, cerca de Kiev (Ucrania). Veinticinco años después, el 11 de marzo de 2011 tuvo lugar la segunda catástrofe más importante de este tipo, esta vez en los reactores de Fukushima, en la costa noreste de Japón. En el fondo, lo que causó los dos accidentes fue lo mismo: las complicaciones derivadas de un corte de suministro eléctrico al reactor. Aunque las causas y la duración del corte fueron completamente distintas, al final, ambas condujeron a la fusión del núcleo del reactor.
Infografía de la situación de Japón cinco años después del tsunami. / Efe
Este 11 de marzo se cumplen cinco años de uno de los mayores accidentes nucleares de la historia, el de la central japonesa de Fukushima. Por una fatídica coincidencia de causas naturales y fallos humanos, algunos de sus reactores explotaron, liberando altas dosis de radiactividad. Tras la catástrofe aumentaron en todo el mundo las medidas de seguridad en estas instalaciones, pero su huella ha cambiado la vida de miles de personas y tardará décadas en borrarse del medio ambiente.
Científicos de la Universidad Autónoma de Barcelona han estudiado los niveles de estroncio y cesio radioactivo en la costa de Japón durante los últimos años y han comprobado que los niveles de radioactividad en agua son entre 10 y 100 veces mayores que los registrados antes del accidente de Fukushima, que ocurrió justo hace cinco años. Los niveles más altos localizados cerca de la central nuclear indican una fuga contínua de agua contaminada con esos radioisótopos hacia el océano Pacífico.
Las larvas de la mariposa Zizeeria maha que han ingerido hojas expuestas a radiactividad tras el accidente nuclear de Japón en 2011 son más propensas a sufrir anomalías y muerte temprana, según científicos nipones.
No subestimar los riesgos de la energía nuclear, prepararse frente a los imprevistos, prever todas las consecuencias ante un accidente, crear organismos reguladores realmente independientes, fomentar una cultura del diálogo y pensar por uno mismo. Estas son algunas lecciones aprendidas tras el accidente de Fukushima, según ha explicado recientemente el profesor japonés Yotaro Hatamura, que presidió la comisión de investigación sobre este desastre nuclear.