Un equipo científico internacional ha realizado la primera reconstrucción tridimensional del tiburón gigante extinto Otodus megalodon. El trabajo indica que el antiguo leviatán viajaba por el océano en migraciones prolongadas, a velocidades más rápidas que las especies de tiburones modernas. Su gran tamaño, de unos 16 metros, le permitía devorar enormes presas, que le daban energía durante meses.
El actual registro de España y Portugal confirma la tendencia de recuperación de la especie. Sin embargo, los datos evidencian también la necesidad de mantener la cautela sobre el futuro de estos animales, que según el Catálogo Español de Especies Amenazadas siguen considerados ‘en peligro de extinción’.
Se está perdiendo el 3 % de las avutardas mundiales cada año en 9 de los 17 países en los que la especie está presente, según un estudio liderado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales. En la Península viven el 70 % del total de estas aves. La pérdida en España ha sido de cerca de un 30 % de los ejemplares.
El mayor catálogo de variabilidad genética de esta especie supone un nuevo avance para conocer su historia evolutiva y contribuir a su conservación. Sin embargo, afrontar los problemas que presentan estos primates requiere también el impulso de iniciativas locales, tanto en España como en el continente africano.
La desaparición de uno de los mayores carnívoros que han existido sobre la faz de la Tierra se puede atribuir en parte a la competencia con otro más pequeño, el gran tiburón blanco, que comía las mismas presas. Así lo revela una investigación basada en los isótopos de zinc detectados en los dientes de los escualos.
Una evaluación exhaustiva de más de 10.000 especies revela por primera vez que más del 21 % de los reptiles están amenazados, sobre todo debido a la pérdida de hábitat por la tala, la agricultura y ganadería, el desarrollo urbano y las especies invasoras. Los cocodrilos y las tortugas, en peligro por la caza, requieren esfuerzos urgentes de conservación.
Hace 66 millones de años, la colisión de un asteroide provocó la extinción de la mayoría de las especies animales de la Tierra. Pero no de todas, sorprendentemente. El periodo del año en que se produjo el impacto podría haber influido en estas desapariciones, según un equipo de investigación sueco. Los expertos han analizado los fósiles de peces que fallecieron de forma inmediata el día del desastre.
Un equipo de la Universidad de Washington vincula, por primera vez y de forma directa, la capacidad cognitiva de los pájaros con una respuesta física frente al calentamiento global. De esta forma, las aves migratorias norteamericanas con cerebros más pequeños son significativamente más débiles y ven reducido su tamaño ante el cambio climático.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha evaluado el estado de conservación de 36 especies de aves rapaces que se reproducen en el norte del continente africano. El informe proporciona las bases para desarrollar acciones de conservación y monitorización de las poblaciones reproductoras, así como para determinar, proteger y gestionar los sitios de reproducción potenciales.
La desaparición de los dinosaurios provocó una gran diversificación de mamíferos y aves tras el evento de extinción masiva, pero no fueron los únicos. Las serpientes, protagonistas del #Cienciaalobestia, también vivieron una explosión evolutiva que les hizo pasar de simples insectívoras a las casi 4.000 especies de dieta variada que existen en la actualidad.