Pocas especies pueden adaptarse a la escarpada orografía volcánica del archipiélago canario, pero un árbol cuyo origen se remonta al Jurásico está capacitado para hacerlo: el pino canario (Pinus canariensis). Su resistencia al fuego y su gran versatilidad lo convierten en un ejemplar todoterreno, piedra angular, además, de la arquitectura de las islas.
El encinar es uno de los bosques más representativos de la Península Ibérica y da refugio a especies amenazadas, como el águila imperial ibérica y el lince ibérico. A pesar de su importancia, este ecosistema se está convirtiendo cada vez más en un hábitat modificado por el ser humano, hasta el punto de que en ocasiones ya no se considera a los encinares ‘bosques’ como tal.
Fueron una pieza clave para repoblar los castigados bosques de la posguerra española y en la actualidad, su explotación comercial genera importantes beneficios económicos. Sin embargo, la mala ubicación de determinadas masas de eucaliptos enfrenta a los agentes forestales. SINC analiza la presencia de esta plantación, erróneamente denominada ‘bosque’ en muchas ocasiones.
Su clara y delicada madera se utiliza para fabricar las muñecas Matrioshkas, pero éste es sólo uno de los múltiples usos del abedul. Presente en áreas deforestadas o abandonadas, esta especie rara y escasa, ha acompañado al ser humano durante siglos. Y lo seguirá haciendo si los incendios y el cambio climático se lo permiten.
Pinsapos, abetos comunes, encinas, robles albar y alcornoques son las especies que más sufrirán los efectos del aumento de temperaturas. A esto se añade la situación de los vertebrados, que verán su territorio aún más reducido a finales de siglo. Los datos se desprenden de un estudio sobre los efectos del cambio climático en la biodiversidad española presentado hoy en Madrid.
Uno de los efectos del cambio global es el aumento de CO2 atmosférico. Esto provoca cambios importantes sobre los seres vivos y los ecosistemas. Un estudio, liderado por la Unidad de Ecología Global de CREAF-CSIC, relaciona este fenómeno global con los movimientos de las masas forestales perennifolias, como los bojedales, los encinares o los pinares, en detrimento de las caducifolias, como los hayedos o los robledales.
El cambio climático de hace 300.000 millones de años influyó en los bosques del este de los Andes, en la selva amazónica. Según un estudio internacional que se publica hoy en Science, la temperatura sería el principal modulador de esta vegetación.
El Inventario de Daños Forestales 2010 en España, elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (MARM), demuestra que a lo largo de 2010, se ha mejorado el estado general de los bosques respecto a años anteriores. Los bosques frondosos presentan este año una mejoría del 83,3% frente al 73,9% de 2009.